dibujos infantiles en la pared

Foto: Rachel Pereda

¿Cómo desarrollar la inteligencia emocional en la infancia?

28 / abril / 2023

La última vez que llevamos a los niños al parque, Daniel se sentía inseguro de deslizarse por la canal. Un niño más pequeño se sentó en la de al lado y comenzó a llorar porque también tenía miedo de tirarse.

Cuando el Travieso lo vio, se tiró de la canal sin pensarlo y abajo estiró los brazos y le dijo al niño: «No tengas miedo, amiguito. Aquí estoy, yo te aguanto». Mi felicidad fue enorme, porque vi que Daniel supo ponerse en el lugar del niño y ayudarlo desde el amor y la contención. 

Al convertirnos en padres, vivimos con orgullo los procesos de crecimiento y aprendizaje de nuestros hijos. Sus primeros pasos, sus primeros dientecitos y las primeras palabras. Los vemos crecer cada día y nos asombran con sus capacidades para apropiarse de la información que reciben a diario mientras construyen su percepción del mundo.

Explotamos de satisfacción al ver cómo aprenden los colores, las vocales, los números. Alimentamos esa sed de conocimientos para que luego puedan adaptarse con facilidad a la escuela. Pero en ocasiones estamos tan enfocados en sus habilidades cognitivas que olvidamos la importancia de desarrollar su inteligencia emocional, imprescindible para que crezcan con las herramientas sociales que les permitan canalizar adecuadamente sus emociones, ser más empáticos y gozar de un mayor bienestar.

Enseñar a reconocer las emociones

Las emociones son parte imprescindible de nuestras vidas. Saber cómo reconocerlas, gestionarlas y utilizarlas, a través del manejo adecuado de la inteligencia emocional, nos permitirá afrontar nuestra cotidianidad de una manera satisfactoria.

A medida que van creciendo, los niños comienzan a vivir una montaña rusa de emociones. Es nuestra tarea como padres acompañarlos en el proceso de autorreconocimiento. Trabajar en su autoestima, su resiliencia y su empatía, en la resolución de problemas y la comunicación efectiva, y en cómo aceptar la frustración, es necesario para su desarrollo. 

Con el tiempo y la práctica, los niños crecerán para convertirse en adultos emocionalmente inteligentes, capaces de tener relaciones saludables y satisfactorias y manejar con éxito los entornos que les rodean.

No voy a edulcorar la situación, es bastante complicado no solo para los niños, sino para los padres. Transmitirles habilidades y ayudarles en el manejo de las distintas emociones parte de nuestra capacidad para autorregularnos en situaciones de estrés y mantenernos en calma durante una rabieta o un episodio de llanto.

Con sus tres años, Daniel vive en un torbellino de constantes sentimientos. Tenemos que adentrarnos en él para así ayudarlo a que identifique sus emociones, las reconozca también en los demás y consiga expresarlas de una manera adecuada, de manera que no le causen daño o se lo haga a otros. 

Cuando hay algo que no puede hacer o que hace mal, conversamos con él, aunque en ese momento no entienda mucho de palabras. Por eso le damos contención, hacemos ejercicios de respiración y esperamos que se serene sin decirle que deje de llorar o que no se sienta mal. Es incómodo, porque a veces las personas intentan decirle que no llore. Me miran como juzgando mi papel de madre o sencillamente dicen que está malcriado.

Pero si quiero enseñarle a Daniel sobre la empatía, lo primero que debo ser es empática con él. Me pongo en su lugar y pienso en lo difícil que es ser un niño que no sabe controlar lo que siente o lo que está sucediendo. Por eso, mis brazos son siempre su refugio. Ponemos límites, pero desde una crianza positiva. Le damos mucha importancia a sus sentimientos y los gustos que va desarrollando.

No es tarea fácil. Todo el mundo tiene una opinión o una crítica. Algunos te dicen que una nalgada resolvería eso, que debo castigarlo o que no le permita llorar de ese modo. Muchas veces nos cuestionamos si realmente lo estamos haciendo bien ante la mirada acusadora de los que juzgan.

Yo solo asiento sin discutir. Luego, tomamos las decisiones que su papá y yo creemos son las mejores para él y para su hermanita que va creciendo y también comienza a expresar sus emociones. Todos somos los padres perfectos hasta que nos volvemos padres. Lo que dijimos que nunca haríamos, muchas veces terminamos haciéndolo, porque la mapaternidad está llena de matices. Eso es lo que muchos olvidan o no han vivido.

Habilidades que favorecen el aprendizaje de la inteligencia emocional

Para comprender mejor a Daniel y a Emma, intento siempre ponerme en su lugar. Me veo empezando de cero en un país nuevo, desconocido y con las muchas emociones que eso me provoca. Así que para ellos crecer también va de eso: adentrarse en lo desconocido y aprender a manejarlo poco a poco. Es un proceso largo, como lo es inmigrar. No todos los días tenemos la misma paciencia, el tiempo o las ganas para lidiar con «berrinches» o con la frustración, pero intentamos hacerlo lo mejor posible. 

Como nosotros, los niños también tienen días malos. Hay momentos en los que quieren jugar solos o en que se sienten disgustados, y es perfectamente normal. Darles su espacio, pero manteniéndonos cerca, es parte de esta tarea de educar con un enfoque positivo.

Fomentar la empatía: La empatía es una habilidad social y emocional imprescindible que permite a los niños comprender y responder a los sentimientos de los demás. Podemos fomentar la empatía hablando sobre cómo se siente otra persona y preguntando cómo se sentirían ellos en la misma situación. También podemos animarlos a hacer actos de bondad y voluntariado para ayudar a los demás.

Enseñar habilidades de resolución de problemas: Las habilidades de resolución de problemas ayudan a los niños a identificar y a abordar los problemas de manera efectiva. Podemos alentarlos a pensar en soluciones creativas ante los problemas. Por ejemplo, cuando Daniel quiere algo que en ese momento no puede tener o hace algo que no está bien, en lugar de decirle simplemente no, le buscamos alternativas para que él elija y sienta que tiene control sobre algunas cosas. Por eso, si lanza algún juguete que no debe porque puede lastimar a alguien, le explicamos que lo que puede lanzar es la pelota en el parque o en la playa y le preguntamos si quiere salir a jugar. De esta manera, construye también lo que puede y debe hacer en base a sus propias experiencias y decisiones. Esto ayuda al desarrollo de su autonomía para el futuro. 

Promover la comunicación efectiva: La comunicación efectiva es esencial para desarrollar relaciones saludables y duraderas. Los padres debemos promover la comunicación efectiva con nuestros pequeños, incentivándolos a expresar sus sentimientos y pensamientos de manera clara y respetuosa. También escucharlos con atención, y hacer preguntas abiertas para ayudar a que se sientan escuchados y comprendidos.

Fomentar la autoestima: La autoestima es una parte importante de la salud mental y emocional de los niños. Es nuestra tarea fomentarla alentándolos a aceptarse y valorar sus habilidades y fortalezas únicas. Como padres podemos proporcionar oportunidades para que ellos se sientan exitosos y apoyados en sus esfuerzos. Mediante la construcción de una autoestima sana, los niños sabrán enfrentar las distintas situaciones de la vida con seguridad y alimentarán el amor propio sin un ego elevado. En su lugar, contarán con la capacidad para cuidar de sí mismos, valorarse y, de esta manera, ser capaces de cuidar a los otros. 

Practicar la resiliencia: La resiliencia es la capacidad de los niños para recuperarse de los contratiempos y las adversidades. Debemos enseñarles a ver los desafíos como oportunidades de crecimiento y alentarlos a buscar soluciones creativas a los problemas.

El desarrollo de estas habilidades facilita que los niños puedan expresar cuando algo les molesta o los hace felices. Además, les brinda las herramientas para comunicar si no entienden algo, se sienten mal o si han sufrido algún tipo de problema o abuso por parte de otro niño o adulto. Desarrollar la inteligencia emocional hará que empaticen con los otros, les ayuden o apoyen.

Actividades en casa para desarrollar la inteligencia emocional

Juego de las emociones: El juego consiste en hacer con cartulina diferentes tarjetas con distintas emociones (alegría, tristeza, ira, miedo, sorpresa) y que los niños saquen una tarjeta al azar, reconozcan de qué emoción se trata y expresen cómo se sentirían si estuvieran en una situación que les provoque ese sentimiento. Por ejemplo, si sacan la tarjeta de la alegría, pueden decir cómo se sentirían si les regalaran su juguete favorito. O si sacan la de la tristeza, un momento en el que se hayan sentido tristes y los motivos. El juego les ayudará a identificar y a reconocer distintas emociones, así como a practicar su capacidad de empatía y ponerse en el lugar de otras personas.

Cuentos y relatos: La lectura de cuentos y relatos emocionales es una excelente forma de ayudar a los niños a comprender diferentes situaciones y emociones, así como a identificar los sentimientos de los personajes. Además, pueden hablar sobre cómo se sintieron ellos en situaciones similares y cómo podrían haber manejado esas emociones de manera efectiva. Nosotros inventamos los cuentos casi siempre, porque todavía Daniel y Emma están muy pequeños para leer. Aun así, las imágenes ayudan a recrear las historias. Muchas veces terminamos actuando y viviendo los relatos.

Dramatizaciones: Las dramatizaciones son una forma divertida y efectiva de que los niños practiquen habilidades emocionales. Pueden actuar diferentes situaciones que requieran manejo emocional, como una situación de enojo, frustración o incluso una celebración de alegría. Durante las dramatizaciones, pueden practicar habilidades como la empatía, la resolución de conflictos y la comunicación asertiva. En casa para las dramatizaciones muchas veces nos disfrazamos e incluso viajamos al País de las Emociones, cuando hay algún evento que requiera de nuestra presencia para resolverse. Así fomentamos también la imaginación y el juego.

Pintura y dibujo: Las actividades artísticas son una forma excelente de que los niños expresen sus emociones de una manera segura y creativa. Pueden dibujar o pintar sus emociones, o incluso hacer un collage con imágenes que representen diferentes sentimientos. Esto les ayudará a identificar y a comprender sus propias emociones, así como a aprender a expresarse de manera efectiva y sana.

Ejercicios de relajación: Los ejercicios de relajación, como la meditación y la respiración profunda, pueden ayudar a los niños a manejar el estrés y la ansiedad. Pueden hacer ejercicios sencillos de respiración, visualizar un lugar que les haga sentir tranquilos y relajados, o incluso practicar yoga para niños. Las actividades les ayudarán a desarrollar habilidades de autogestión emocional. No siempre los ejercicios salen como queremos y terminamos más estresados que relajados, pero nos han ayudado en muchas ocasiones a manejar los «berrinches». Por eso, cuando Daniel se siente muy alterado, me dice enseguida: «Mamá, quiero respirar contigo». De este modo nos calmamos los dos. Él ha asumido que estos ejercicios son una manera de ayudarle a encontrar su centro y también a gastar energía y a hacer estiramientos.

Muchas veces, por las tardes, Daniel espera a que llegue su amigo. Me pide salir un rato y cuando se abre la reja del edificio se le dibuja una gran sonrisa en el rostro. Su amigo tiene más de ochenta años y está en silla de ruedas. El Travieso sabe que hay que empujarlo hasta su casa, mientras le cuenta cómo fue el día de aventuras con mamá. Su amigo le da unos caramelos y le pasa la mano por la cabeza. Daniel sonríe feliz porque vio a su amigo y lo ayudó. Él dice que le gusta mucho ayudar a los demás, entonces yo también sonrío feliz. Todo lo que aprende, lo que siente, parte del amor, y sé que va creciendo sano emocionalmente. Solo por eso siento que vale la pena, a pesar de las críticas, los prejuicios y los días de caos.

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