Alcanzar una alimentación adecuada en Cuba no es un derecho garantizado, sino un reto casi imposible para la mayoría. Según estimaciones del economista cubano Miguel Alejandro Hayes, hoy se necesita el equivalente a 10.37 salarios del sector mejor remunerado del país para cubrir los costos de alimentación de una sola persona durante un mes. En el otro extremo de la escala, un jubilado requiere 34.72 pensiones completas para lograrlo.
Los cálculos se basan en el costo de una canasta básica de alimentos —establecida por oficialidad— cuyo valor, según el tipo de cambio informal, asciende a 152 USD mensuales por persona. En pesos cubanos, representa una suma inalcanzable frente a los salarios medios de cualquier sector económico del país. El experto explica que ni siquiera muchas de las familias que reciben remesas desde el exterior logran cubrir esa suma en medio de la inflación y el desabastecimiento.
Un salario que no alcanza para comer
El análisis de Hayes revela que el sector de transporte, almacenamiento y comunicaciones —con un salario promedio de 5 115 CUP— es el mejor pagado. Sin embargo, esa cifra apenas cubre el 9.64 % de la canasta básica alimentaria, lo que significa que un trabajador de ese rubro necesitaría más de diez salarios completos para alimentarse adecuadamente.
En contraste, sectores como la agricultura ofrecen un salario medio de apenas 3 628 CUP. Este ingreso representa solo el 6.68 % del valor de la canasta alimentaria. Lo anterior se traduce en que un empleado de esa industria debería reunir 14.63 salarios mensuales para nutrirse de forma óptima.
Los números revelan un drama cotidiano: trabajar en Cuba no garantiza que se pueda comer.
El trasfondo del drama alimentario es un modelo económico que no produce lo suficiente para sostener a su población. Aunque el primer ministro Manuel Marrero dijo en marzo de 2025 que «la comida más segura emerge de la producción nacional», Cuba depende en más del 80 % de las importaciones para «completar» una deficitaria canasta básica.
Pese a esta dependencia crítica del mercado externo, la inversión estatal en el sector agrícola no sobrepasa el 3 % y se encuentra limitada por una política interna burocrática, centralizada y que desalienta la producción privada y el emprendimiento rural.
Mientras tanto, los precios en el mercado informal —en el que muchos cubanos se ven obligados a comprar la mayor parte de la comida— resultan privativos para la mayoría. En este contexto, el salario mínimo cubano, que no ha sido actualizado significativamente desde la reforma monetaria de 2021, ha perdido casi todo su poder adquisitivo.
La situación de los jubilados: hambre en la vejez
El caso de los pensionados es especialmente dramático. Con una pensión media de 1 528 CUP, los adultos mayores solo pueden cubrir el 2.88 % de la canasta básica. Significa que una persona jubilada necesitaría más de 34 pensiones mensuales para alimentarse de forma adecuada, sin contar otros gastos como medicamentos, ropa o servicios básicos.
La situación ha provocado un fenómeno creciente de ancianos que mendigan en las calles, dependen de la caridad o viven gracias a la ayuda de familiares emigrados. Tampoco existen políticas públicas efectivas para proteger a los jubilados de la pobreza extrema. Así lo ha documentado el proyecto Cuido60, dirigido por la socióloga Elaine Acosta, que da cuenta del agravamiento de la crisis estructural y sistémica de la isla y su impacto en ese sector etario.
Una nota anterior de elTOQUE alertó sobre el aumento en un 74.42 % del número de personas fallecidas por desnutrición en Cuba entre 2022 y 2023, de acuerdo con datos de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI). Asimismo, Unicef incluyó por primera vez a la isla en su informe «La pobreza alimentaria infantil. Privación nutricional en la primera infancia» (2024). El organismo precisó que la crisis alimentaria en el país se debía a la precariedad económica, las malas prácticas y la pobreza en los hogares, además de la falta de servicios esenciales de nutrición en el sistema sanitario.
Una solución lejana
Ante la imposibilidad de acceder a una dieta equilibrada, muchos cubanos reducen la cantidad de comidas al día, eliminan proteínas animales o dependen de carbohidratos «más económicos» como el arroz o el pan.
El Gobierno cubano ha reconocido en múltiples ocasiones la gravedad de la situación, pero nada parece cambiar. Las reformas económicas prometidas no se concretan, el sector agrícola sigue estancado y la dualidad monetaria —aunque oficialmente eliminada— mantiene una brecha insalvable entre precios y salarios.
Mientras tanto, la supervivencia de millones de cubanos depende de estrategias informales: las remesas desde el exterior, el trueque, el trabajo por cuenta propia y la emigración. Pero incluso estas alternativas se ven cada vez más limitadas por una economía en crisis y un país donde vivir con dignidad se ha vuelto un lujo.
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