Ilustración: María Esther Lemus (elToque)
Violencia obstétrica: cuando un acto de vida se convierte en pesadilla
20 / enero / 2020
“Leyéndote recordé mi experiencia de querer morirme, de no tener fuerzas para vivir después de una mala praxis durante mi parto por la cual casi me desangro y tuve que ser intervenida horas después. Reviví mis conteos entre contracciones, mi cuerpo expuesto, mi cara desencajada y mi familia desesperada y en pánico. Recordé a la enfermera que dijo, ante los reclamos de mi madre, que yo no tenía nada; que solo estaba malcriada. Odié cuando llena de puntos y con ese frío interno debía ir a ver a mi bebé al cunero, sin apenas leche para alimentarlo. Siempre le digo a los míos que esos días los viví en otra dimensión a la que jamás quisiera regresar. Tal vez por eso no he vuelto a parir, a pesar de que ser madre es lo más grandioso que me ha pasado”.
El anterior testimonio fue compartido por Nery en este sitio como comentario al texto El día que me quise morir, de Elaine Díaz. Como ella, otras mujeres cubanas contaron sus vivencias traumáticas durante el parto; algunas confesaron haber asumido estas prácticas como “normales”, como algo que forma parte del proceso.
En 2014, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció la existencia de la violencia hacia las mujeres en los centros de salud durante el proceso de parto, sin usar el término de violencia obstétrica. Dicho concepto es entendido en la literatura científica como la apropiación del cuerpo y procesos reproductivos de las mujeres por personal de salud, expresado en un trato deshumanizador, y un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales.
Cuba es un país que ha formado personal médico de elevado nivel, ofrece atención médica gratuita a sus ciudadanos, posee tasas de mortalidad materno-infantil semejantes a las de países desarrollados y programas como el Materno-Infantil para la atención y seguimiento de las mujeres en estado de gestación. Sin embargo, no está exenta de una praxis médica que se caracteriza por la despersonalización de las mujeres y familiares bajo normativas establecidas durante el proceso de parto, que coarta la participación de las gestantes, su derecho a opinar y a ser escuchadas.
Un estudio publicado en 2013 y realizado por investigadoras cubanas sobre la experiencia y percepción del nacimiento en tres hospitales de La Habana concluyó que los principales retos durante la práctica del parto son la imposibilidad de acompañamiento de familiares o personas cercanas en algunos casos (y arbitrariedad y discrecionalidad en las normas al respecto, según el hospital); centralidad de las necesidades de los especialistas y no de la parturienta (posición horizontal durante el alumbramiento, procedimientos innecesarios, déficits de condiciones infraestructurales favorables para la mujer).
“Por lo general, durante el trabajo de parto las mujeres permanecieron con las batas abiertas y descubiertas ante la presencia de personal médico y no médico (personal de limpieza, otras/os acompañantes, dos antropólogas), por no contar con sábanas para taparse. La exploración y observación médica fue constante ante la inminencia del parto y por varios profesionales, obstetras, residentes, estudiantes, enfermeros que rodearon a las mujeres. “No puedo más” fue la expresión más frecuente de ellas, que solo recibió respuesta de algunas/os acompañantes, cuando estaban presentes”, refieren las autoras.
Según los resultados presentados, los obstetras no dieron explicaciones a las embarazadas sobre el proceso ni les preguntaron directamente cómo se sentían, solo tomaron en cuenta la observación del monitor, las contracciones y los tactos efectuados. En cuanto a la posición para efectuar el parto, uno de los médicos entrevistados declaró: “Es que evidentemente para uno, lo más cómodo es que ellas estén en posición ginecológica, es más fácil para hacer cualquier maniobra [compara el parto con la recepción de un balón de fútbol americano]”.
Una actitud recurrente y generalizada en estos casos es el no cuestionamiento por parte de las mujeres y sus acompañantes sobre las prácticas efectuadas por el personal médico; solo se limitan a obedecer las normas que les indican: “En el salón de parto, me mandaron a acostar, yo quería estar semisentada, pero no lo pedí, ellos mismos te acuestan. Me picaron, yo sentí que me picaban. Cuando nació yo no pude verlo, cuando salió la enfermera me hizo mirar y prácticamente no lo vi, yo esperaba que a mi bebé me lo iban a poner, aunque fuera un minutico”, expresó una de las mujeres que participó en la investigación.
Los resultados también refieren que la demora en dejarles cargar el bebé a las madres o poderlos ver detalladamente al nacer dependió de lo establecido en cada hospital y fue un motivo de angustia en los casos en que no ocurrió inmediatamente.
La episiotomía, una incisión quirúrgica en la vulva para facilitar la salida del feto y evitar desgarros en el periné, fue practicada a 29 de las 36 entrevistadas. Los/as obstetras declararon que se usa rutinariamente, a pesar de que investigaciones científicas han puesto de manifiesto que su uso no presenta beneficio para la madre o el bebé, produce dolor y molestias innecesarias, además de riesgo de complicaciones en la cicatrización. La mayoría de las mujeres entrevistadas para la investigación expresaron haber vivido la sutura de forma traumática y se quejaron de fuertes dolores.
El estudio arrojó también que de las 36 consultadas, 30 estuvieron acompañadas durante el preparto, 11 en el parto, 24 durante las cuatro primeras horas después del parto y todas en la sala de puerperio. “La diferencia se basó en lo permitido en cada uno de los servicios”.
Este comportamiento irregular incidió en las vivencias de los procesos, pues en los casos que carecieron de acompañante se produjo un sentimiento de frustración y pérdida entre las parejas, ante un deseo que fue detenido por lo normado en algunos centros hospitalarios: “Si a él [su compañero] lo hubieran dejado entrar ella hubiera parido hace muchísimo rato, aunque él se ponga nervioso […] ella me ha dicho que quiere que él entre, pero yo le he explicado que no lo dejan”, refirió la suegra de una de las participantes en la investigación.
Por otro lado, las manifestaciones de los obstetras entrevistados sobre este aspecto fueron mayormente negativas: “Yo creo que es útil, pero por lo general la familia se estresa mucho, se alteran al ver sufrir a la mujer”. “Los acompañantes normalmente no ayudan. Es muy raro que un acompañante, a menos que sea del sistema de salud y de Ginecobstetricia, sepa qué es lo que tiene que hacer, que es darle apoyo psicológico a la embarazada”.
A pesar de estas opiniones, el acompañamiento es considerado uno de los aspectos más importantes a nivel psicológico para las mujeres y es recomendado por la OMS durante el parto y todo el periodo posnatal. Al respecto, la ONU destacó que entre las acciones “para combatir y prevenir el maltrato y la violencia contra la mujer, los Estados deben: Garantizar en la ley y en la práctica el derecho de la mujer a estar acompañada por una persona de su elección durante el parto”.
Las autoras reafirmaron que la práctica rutinaria de las intervenciones médicas y las restricciones a las mujeres y sus familias se inserta en los mecanismos de violencia que operan en la atención al parto, puesto que varios resultados científicos no justifican su uso sistemático. Dicha violencia pasa tanto por el aspecto físico como simbólico y se consolida a través de los imaginarios de sacrificio, dolor y sufrimiento asociados a la maternidad.
Dejan claro que “la mayoría de los médicos y profesionales de enfermería optaron por su especialización motivados por el humanismo y brindan su ayuda y conocimientos en pro de la vida de un nuevo ser”. De ahí que las manifestaciones de violencia no se consideren actos intencionados sino resultado, fundamentalmente, de “la desvalorización del parto como proceso natural y fisiológico; y la estandarización de protocolos y normas sobre una base puramente biologicista”.
UN FENÓMENO MÁS ALLÁ DE LA HABANA
Otro estudio sobre el tema, publicado en 2018 en la Revista Cubana de Antropología Sociocultural, analiza la violencia obstétrica en instituciones de salud en la provincia Santiago de Cuba. La autora combinó su experiencia directa con entrevistas a 25 mujeres sobre las vivencias durante el parto: de ellas, 19 manifestaron no estar satisfechas con el tratamiento recibido.
Las mujeres entrevistadas fueron víctimas de diferentes tipos de violencia: la falta de privacidad y discreción del acto médico, el maltrato verbal, la imposibilidad de entablar diálogos explicativos con quien hace los ultrasonidos, la manipulación excesiva que algunas percibieron cercana a la violencia sexual y el empleo de chistes o alusiones groseras durante el proceso. Ello demuestra que la práctica médica relacionada con el parto se enfoca casi exclusivamente en procedimientos y criterios médico-biológicos y no incluye la gestión de la disposición y estabilidad psicológica de la mujer, algo vital como ha demostrado el enfoque de salud integral, en el cual el bienestar físico y psicológico son interdependientes.
Entre los hallazgos de la praxis médica que afirman la existencia de violencia obstétrica en el hospital de Contramaestre, en Santiago de Cuba, la investigadora Serrano Mulet destacó: la no permisión de familiares en acompañamiento al parto pese a estar indicado en protocolos, bajo el alegato de que el salón está diseñado para dos parturientas y constituye una invasión a la privacidad de la otra mujer; la utilización invariable de la misma posición para el parto (horizontal, en términos médicos: en litotomía o decúbito supino); el empleo de técnicas de aceleración en los casos en que la mujer no dilata en el tiempo que los profesionales estiman apropiado y sin que se demuestre que es preciso para facilitar el nacimiento; el uso de la episiotomía en varios casos sin que esta sea estrictamente necesaria; el vestuario que apenas protege la intimidad de la paciente; la inserción de la sonda vesical sin el debido cuidado; y el lenguaje autoritario, abusivo y grosero en el trato con las mujeres, tanto en el salón de preparación como durante el parto.
Según señala la autora, “la situación de las mujeres primerizas durante el parto refuerza la indefensión femenina al entrar en el dominio hegemónico de los médicos. En el caso de las que no son primerizas, la situación de impotencia se hace mucho más radical y ofensiva, puesto que se ven relegadas en su conocimiento del proceso y de su propio cuerpo”.
RECONOCER EL PROBLEMA: PRIMER PASO
“Hasta hace poco no había escuchado hablar de violencia obstétrica. No conocía el término. Sí, yo también me reconozco víctima. Tenemos que hablar, que contar y denunciar, para que nuestras hijas no la padezcan…”. Con estas palabras A. Lynn compartía en el foro de comentarios de elTOQUE un sentir común entre otras mujeres. El desconocimiento y la falta de reconocimiento del fenómeno conducen a la ausencia de acciones para evitarlo.
Sin embargo, en junio de 2019, como resultado de la cada vez mayor visibilidad del tema, la violencia obstétrica fue reconocida como una problemática en el país durante el XVII Congreso de la Sociedad Cubana de Obstetricia y Ginecología.
La Dra. Alba Marina Atienza Barzaga destacó en ese foro que es ante todo violencia de género y las características fundamentales que inciden en su práctica son su naturalización, sistematización e invisibilización: “Se hace indispensable un marco jurídico que, además de reconocer el hecho, determine legalmente las acciones que correspondan para prevenir y proteger a las mujeres de este tipo de violencia. La utilización del consentimiento informado debe dejar de ser una opción para convertirse en una premisa obligada en nuestra actuación”.
LA ONU DENUNCIA LA VIOLENCIA OBSTÉTRICA
Los testimonios de las cubanas sobre el maltrato y la violencia experimentadas durante la atención del parto en los centros de salud se suman a los divulgados por mujeres de todo el mundo en los últimos años a través de las redes sociales. Tan frecuentes y abundantes se hicieron que la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) admitió en julio de 2019 la existencia de la violencia obstétrica, con ese término, a través del Informe de la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer en los servicios de salud reproductiva, con especial hincapié en la atención del parto y la violencia obstétrica.
Luego de una intensa pesquisa a nivel internacional, se reconoció que constituye una práctica generalizada y arraigada en todo el mundo, que afecta a las mujeres de todos los niveles socioeconómicos.
Uno de los aspectos más complicados es la aceptación del fenómeno entre la comunidad médica. Al respecto, la ginecóloga Charo Quintana, miembro del Comité Técnico de la Estrategia de Atención al Parto y Salud Reproductiva del Ministerio de Sanidad español, comentó al periódico El País que el término genera confrontación debido a que es muy difícil para los profesionales, la administración sanitaria, los políticos y la ciudadanía “aceptar que existe un maltrato generalizado, sistémico, estructural de las mujeres y de los recién nacidos durante el parto, el nacimiento y el puerperio”.
¿SERÁN LAS LEYES UN CAMINO PARA ERRADICARLA?
En 2007 Venezuela se convirtió en el primer país del mundo en impulsar una legislación dirigida a enfrentar la violencia obstétrica. Le siguieron otros países del continente como Argentina (2009), Panamá (2013), México (2014), Suriname (2014), Brasil (2017) y Uruguay (2017). Bolivia, por su parte, promulgó una ley sobre la violencia contra los derechos reproductivos que incluye también el aborto espontáneo y la lactancia materna.
No obstante, un análisis publicado en 2018 sobre la base de estudios parciales efectuados en Venezuela, Argentina y México, demostró que las legislaciones promulgadas en estos países para penalizar la violencia obstétrica han tenido escaso impacto.
En Argentina se fundó en 2013 la Comisión Nacional sobre la Violencia Obstétrica (CONSAVO), pero los estudios efectuados en 2015 en una maternidad pública en Buenos Aires no arrojaron cambios significativos en relación con los anteriores efectuados en 1998 y 2002. Las actitudes mecanizadas, impersonales y violentas hacia las mujeres continuaban. En una encuesta efectuada a 4 939 mujeres se comprobó que cuatro de cada diez no estuvieron acompañadas en el parto, se constató el abuso de la práctica de cesáreas, los tactos vaginales múltiples y la aceleración del parto.
Diversos estudios de corte cualitativo en México confirmaron que el tema se encuentra ausente en las políticas de calidad de los servicios de salud. Un foro virtual de apoyo psicológico para madres que habían tenido una o más cesáreas sacó a relucir la pésima atención y el maltrato recibido hacia las mujeres por parte de los profesionales de salud. Uno de los resultados más preocupantes fue el vinculado al elevado número de los tactos vaginales, que los investigadores calificaron como una aguda e injustificada forma de invasión a la intimidad de la mujer.
Las investigaciones en Chile evidencian que es un fenómeno extendido en el país, vinculado al proceso de enseñanza universitaria y de práctica profesional. A nivel estadístico, el elemento más relevante fue la práctica abusiva de la cesárea, en un 40,9 % del total de partos atendidos en el sector público y en un 69 % en el sector privado, según datos aportados en 2015 por el Instituto Nacional de Derechos Humanos.
En marzo de 2019,Vanessa Barbara denunciaba en The New York Times diversas prácticas de violencia obstétrica en Brasil. Encuestas demostraron que una de cada cuatro mujeres había sido maltratada durante el trabajo de parto en ese país y que el 23 % de ellas fueron violentadas verbalmente. En otra pesquisa se dio a conocer que al 75 % de las mujeres en trabajo de parto en hospitales brasileños no se les dio agua ni comida. En el caso de la episiotomía, Barbara refirió que se practica con o sin el consentimiento de la mujer. “Cuando es momento de suturar, en ocasiones incluyen una puntada extra para, supuestamente, apretar la vagina para el placer del hombre: lo han llamado el punto de marido”.
Tras la publicación del Informe de la Relatora Especial de las Naciones Unidas, se han iniciado campañas a través de las redes sociales en Italia, Croacia, Holanda, Francia, Hungría y Finlandia. Esta última reportó en solo dos semanas, en mayo de 2019, más de 150 relatos sobre violencia en los servicios de atención materna, tanto durante la atención prenatal y el parto como después. A pesar de que el tema en Europa ha sido tratado por diversos movimientos a favor de los Derechos Humanos, ningún país del viejo continente ha aprobado una legislación al respecto. En muchas naciones europeas el nacimiento todavía incluye fármacos para inducir y acelerar el parto, la posición obligatoria al parir y las maniobras invasivas.
En Irlanda, más de 1 000 mujeres reportaron a un programa radial dedicado al tema experiencias de falta de respeto, abusos y maltrato en el sistema irlandés de maternidad. En Suecia, se señalaron las consecuencias físicas de la medicalización excesiva durante el parto, que a menudo causa lesiones en el recién nacido, y la falta de acciones del gobierno para otorgar prioridad a la salud física de las mujeres.
El Observatorio de Violencia Obstétrica de España publicó en 2016 su primer informe sobre la violencia obstétrica ejercida a las mujeres en esa nación, a partir de casi 2000 testimonios. Los datos refieren que en el 50 % de los casos se actuó durante el parto sin el consentimiento de la paciente, al 74,7 % no se les permitió elegir la postura al parir y un 40 % de las encuestadas expresó haber necesitado ayuda psicológica para superar las secuelas que sus partos les habían dejado.
El Informe de las Naciones Unidas plantea que se ha producido una tendencia creciente del uso excesivo de la cesárea en todo el mundo. En América Latina y Europa está sustituyendo al parto natural o se elige como forma preferida de alumbramiento. “En muchos ordenamientos jurídicos, el interés del feto prevalece sobre los derechos de la mujer embarazada, lo que da lugar a situaciones en las que, deliberadamente, no se consulta a las mujeres en lo referente a la decisión de parir o no al niño mediante cesárea”. A su vez, en los informes enviados por más de 40 organizaciones no gubernamentales se puso de manifiesto la ausencia del consentimiento informado o su uso indebido.
También salieron a relucir problemáticas contextuales como las malas condiciones de trabajo de muchos profesionales de la salud, el desequilibrio de género en el sector, las limitaciones de recursos, la insuficiencia de personal, el gran número de pacientes, los bajos salarios, las largas jornadas de trabajo y la falta de infraestructuras; factores “que crean un tenso entorno laboral, lo que puede propiciar una conducta poco profesional” y “desempeñar un papel importante como factor impulsor del maltrato y la violencia contra la mujer durante la atención del parto”.
La abogada especializada en Salud sexual y reproductiva y miembro del Observatorio de Violencia Obstétrica, Francisca Fernández Guillén, comentó a El País sobre las consecuencias de este tipo de violencia para las mujeres y los niños: “Como abogada he llevado casos de bebés que han sufrido fractura craneal por uso indebido de fórceps, hemorragias por ventosas, parálisis cerebral o muerte. Mujeres que han perdido el útero o quedan con dolor permanente en las relaciones sexuales tras una episiotomía innecesaria. Y las consecuencias personales y sociales de la incontinencia fecal y urinaria por intervenciones obstétricas son enormes”.
ALTERNATIVAS PARA UN PARTO HUMANIZADO
Magalys, una cubana que también compartió su historia en elTOQUE, considera que “deberían someterse a estudio los procederes o filosofía del parto, porque se sufre, y mucho, más privacidad, mayor comunicación… para que menos parturientas tengamos ganas de morir en un acto de vida…”.
En varios países de Europa como España, Irlanda, Rusia, República Checa, Francia y Bélgica, han surgido opciones que tienen ese objetivo: hacer más placentera la experiencia. Ejemplo de ello es la práctica del parto en casa, atendido por profesionales de medicina y enfermería especializados.
En Holanda se han incentivado también otros modelos no institucionalizados, dirigidos mayormente por matronas calificadas y autónomas. La concepción del parto humanizado se promueve en el Reino Unido y Alemania. En ese país, también se han creado centros de nacimiento y de maternidad independientes de los hospitales. A su vez, varios hospitales europeos han apostado por el modelo humanizado de nacimiento con la inclusión de habitaciones de estilo hogareño, posición libre para el parto y uso de la bañera.
Estudios efectuados en Latinoamérica y Europa han demostrado los aspectos positivos de la ocurrencia de los partos en sitios acogedores, donde la mujer y sus familiares se sientan cómodos y empoderados dentro del proceso. En estos casos, se manifiestan menos complicaciones durante el parto y las mujeres no sufren elevados niveles de estrés, al concebirse como protagonistas del evento.
En Chile se llevan a cabo proyectos de atención intercultural de partos, con enfoque de género y aplicando la concepción del parto humanizado. Nicaragua, Brasil y México, por otro lado, han desarrollado programas de capacitación a parteras tradicionales con el objetivo de integrar prácticas en pos de la reducción de complicaciones e infecciones, sin dejar de atender a la población rural e indígena. Mientras, en Uruguay surgió el movimiento AYIQUEN –que en mapuche significa felicidad– para asistir a las mujeres con un enfoque diferente al médico hegemónico occidental, en el cual prevalezca “la felicidad que debe acompañar al embarazo, a la mujer, a su pareja y a quienes la rodean”.
En 2004 se fundó la Red de Parto Humanizado RELACAHUPAN, que abarca toda América Latina y el Caribe y se propone trabajar de manera conjunta para generar un cambio real en la atención a la mujer embarazada, el parto y el nacimiento.
Con respecto a la aplicación de la Agenda 2030, las Naciones Unidas, junto a diversos expertos regionales, instaron a todos los Estados “a hacer frente a los actos de violencia obstétrica e institucional sufridos por las mujeres en los centros de salud y a adoptar todas las medidas legislativas y prácticas posibles para prevenir, prohibir y castigar esos actos y para garantizar su reparación”.
La Revista Cubana de Obstetricia y Ginecología publicó en 2018 un artículo realizado por un equipo médico-investigativo que propone una concepción integral del parto humanizado en Cuba. Los especialistas defienden esta nueva propuesta de modelo bajo la percepción de la mujer como sujeto de cuidado y no como objeto, “permitiéndole su participación activa, la satisfacción de necesidades y libertad de decisión mediante la combinación científico-humanista del equipo de salud en su atención”. El grupo de investigación demanda que ningún procedimiento debe existir simplemente por la comodidad del personal hospitalario. “El parto humanizado requiere que todas las decisiones y procedimientos sean para el bien de la mujer, para servir sus necesidades individuales y deseos particulares…”.
Los estudios sobre el tema en la Isla instan a repensar la relación médico-paciente; las determinaciones socioculturales de la salud, la ética y deontología médicas con enfoque de género; el conocimiento por parte de las mujeres, los hombres y el personal de salud de qué es la violencia obstétrica; así como la necesidad de una ley contra este tipo de violencia.
La formación con perspectiva de género del personal de los centros de salud y de los estudiantes, incluso desde las escuelas de Medicina; y la disposición a permitir la participación de la mujer como sujeto activo durante el proceso, son algunas transformaciones posibles con los recursos disponibles en la actualidad.
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Diana