Radiografía de Cuba. Basura y fuego en las calles cubanas

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A finales de junio de 2025, las llamas se alzaron sobre un enorme basural en la comunidad Altavista, en Santiago de Cuba. Alguien, harto de la pestilencia y la acumulación de desechos, decidió prender fuego. Unos días atrás, otro vecino del barrio de Versalles, en Matanzas, usó la misma estrategia. «Para aplacar la peste, le dio candela», escuchamos en un video compartido en redes sociales. 

No son casos aislados. En abril, otro incendio redujo a cenizas un enorme basurero emplazado en una concurrida calle habanera. Alrededor de las llamas había viviendas, personas observando y varios vehículos en circulación. También hay registros del hecho. La quema de basura es un gesto desesperado ante la crisis sanitaria y ambiental que hoy padecen los cubanos. Varios usuarios refieren que quemar los desechos ha sido la única opción para detener el crecimiento desproporcionado de los vertederos informales; un modo de enfrentar la inercia estatal. 

Aris Arias Batalla, jefe de Operaciones y Socorro de la Cruz Roja en Santiago de Cuba, ha advertido sobre los peligros de esa «solución». En el intervalo de dos horas —de un solo día— su equipo tuvo que apagar tres fogatas en microvertederos ubicados cerca de viviendas y postes eléctricos de la ciudad. La acumulación de basura y su incineración improvisada incrementan no solo el riesgo de siniestros mayores, sino también la contaminación del aire y la proliferación de vectores que ya representan un peligro para la población.

Los testimonios son actuales, pero la crisis de la gestión de la basura no es noticia. En julio de 2024, numerosas denuncias ciudadanas evidenciaron la insalubridad de las calles en la mayor parte del país. En ese contexto, un funcionario estatal anunció la evaluación de varios proyectos con capital extranjero para transformar los residuos de La Habana. Un año después, no hay información disponible sobre el destino de las supuestas inversiones. 

En un artículo publicado en el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, se mencionó que varios inversores extranjeros habían presentado alternativas ante el estado crítico de la disposición final de la basura en el Sistema Integral de Gestión de Residuos de La Habana. Hermes Tomás del Toro Acevedo, subdirector de Inversiones y Desarrollo de la Dirección Provincial de Servicios Comunales, señaló que casi todos los proyectos estaban orientados a «generar electricidad, al aprovechamiento de gases y al reciclaje de varios materiales, entre ellos plásticos y vidrios», aunque aclaró que ninguno había alcanzado todavía la fase de ejecución.

Entre las iniciativas, se destacó la propuesta de una empresa japonesa que pretendía montar una planta capaz de recibir desechos sin clasificar, recuperar lo reciclable y producir energía eléctrica. Según explicó Del Toro Acevedo, la entidad nipona asumiría «toda la cadena logística». ¿En qué terminaron los proyectos? Desde esa fecha, no hay reportes sobre la puesta en marcha o el rechazo de las iniciativas. 

Quemar la basura como respuesta a la indolencia y el abandono tampoco es nuevo. En agosto de 2024, en barrios como El Caney, de Santiago de Cuba, y en el reparto Mantilla de La Habana, los vecinos encendieron la basura para protestar contra el deficiente trabajo de Comunales. 

En esa fecha, el Instituto Cubano por la Libertad de Expresión y Prensa advirtió sobre los riesgos ambientales y de salud provocados por esas prácticas que contaminan el aire y pueden provocar brotes epidémicos en comunidades ya vulnerables.

Los pocos datos disponibles en 2024 ya reflejaban un panorama alarmante. Hasta ese año, La Habana producía diariamente más de 30 000 metros cúbicos de basura, el equivalente a más de tres piscinas olímpicas, según datos del Observatorio Cubano de Auditoría Ciudadana. Además, la recogida había disminuido considerablemente en comparación con los últimos años. 

Por ejemplo, en 2023 el volumen de recolección disminuyó en un 15 % respecto a las cifras de 2022. Esto se debía según el discurso estatal— al déficit de combustible; a la obsolescencia y la falta de mantenimiento del parque vehicular, pues en la capital apenas funcionaba el 57 % de los camiones recolectores. Por otro lado, el sector ha perdido más de 70 000 trabajadores en la última década debido a los bajos salarios y las condiciones laborales precarias.

El impacto ambiental y sanitario de la crisis es profundo. La acumulación de basura en las calles no solo genera un deterioro visual y olores insoportables, sino que también favorece la proliferación de vectores que incrementan la incidencia de enfermedades como el dengue, el zika, el chikungunya y la leptospirosis. Para muchos cubanos, la basura se ha convertido en un peligro constante que deteriora la calidad de vida y pone en riesgo la salud, especialmente de los más vulnerables.

¿Cuál ha sido la reacción de las autoridades cubanas? Desde 2022, el Consejo de Ministros transfirió a los Gobiernos municipales la responsabilidad sobre los Servicios Comunales y la recogida de basura. Esas estructuras se convirtieron en empresas subordinadas a los Consejos de la Administración de cada territorio. Fuentes oficiales dijeron que la transformación buscaba una «mayor calidad y eficiencia» en esa actividad.

Sin embargo, el primer ministro cubano, Manuel Marrero Cruz, reconoció en diciembre de 2024 la existencia de «distorsiones» en la implementación del nuevo modelo empresarial. Mientras se hace más evidente la desconexión entre las decisiones gubernamentales y la realidad en las calles, la crisis sanitaria persiste. Los barrios corren el riesgo de perpetuarse como vertederos a cielo abierto. ¿Qué hacer con la basura descontrolada que se acumula sin respuestas? 

Abordamos este tema en el episodio más reciente de Radiografía de Cuba, un videopódcast de elTOQUE en alianza con la Fundación Konrad Adenauer.




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