El pasado 22 de diciembre, un grupo de amigas se reunió en el apartamento de Gabriela Tejeda, en Nuevo Vedado, para hacer un maratón televisivo con la segunda temporada de la popular serie Emily in Paris, apenas unas horas después de que fuera estrenada en la plataforma de streaming Netflix.
Yan Carlos Labrada, desde su casa en Boyeros, pone en sus estados de WhatsApp una foto de la pantalla inicial de la misma plataforma y pide a sus contactos que le recomienden qué ver en ella en este momento.
Hace algunos años, imágenes como estas hubieran resultado casi imposibles en una Cuba prácticamente desconectada y con muchas plataformas bloqueados; sobre todo los de origen estadounidense, como Netflix.
Aún no son demasiado comunes, pero, en un mundo donde la televisión tradicional cede cada vez más espacio a otras modalidades como los servicios de streaming, algunos cubanos van encontrando formas de acercarse a estas opciones a través de la que, a día de hoy, con más de 200 millones de usuarios, es la más popular del mundo: la de la gran n roja.
Netflix se abre a Cuba (simbólicamente)
En 2015, el Gobierno del entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, flexibilizó algunas de las políticas del embargo hacia Cuba, al permitir un mayor número de viajeros norteamericanos a la Mayor de las Antillas y la apertura de algunos servicios telemáticos, entre otras medidas.
En ese contexto, varias compañías especializadas en servicios de débito y pago, como American Express y MasterCard, anunciaron que comenzarían a trabajar en territorio cubano, y Netflix vio en ello una posibilidad para ampliar su público.
«Desde hoy —anunció la compañía de streaming en un comunicado replicado por varios medios el 9 de febrero de 2015—, la gente de Cuba con conexiones a Internet y acceso a métodos de pago internacionales podrán suscribirse a Netflix y ver de manera instantánea una selección de películas y series de televisión populares».
A la vez, distintos medios de comunicación se hicieron eco de las palabras de su cofundador y director ejecutivo, Reed Hastings, quien dijo: «Estamos encantados de finalmente poder ofrecer Netflix a la gente de Cuba, conectándolos así con historias que amarán del resto del mundo. (…) Cuba tiene grandes realizadores audiovisuales y una fuerte cultura artística y esperamos que algún día podamos mostrar su trabajo a nuestra audiencia global».
Desde entonces, la plataforma ha colocado en su extenso catálogo varios contenidos relacionados con la isla o filmados en ella —aunque no sean producciones cubanas—, el filme documental Cuba and the Cameramen o la cuatrilogía de ficción Cuatro estaciones en La Habana, inspirada en las novelas del escritor cubano Leonardo Padura.
Sin embargo, y a pesar de estas estrategias de penetración por parte de la empresa norteamericana, la infraestructura en Cuba no estaba preparada para que el grueso de sus habitantes pudiera realmente disfrutar un servicio de streaming.
En julio de 2015 se habían habilitado solo 35 áreas públicas con wifi para todo el país, lo cual, en los últimos meses de ese año, se elevó hasta la aún insuficiente cifra de 58; los precios eran muy elevados, primero de unos 4.50 USD y luego de 2 USD por hora, con un salario medio nacional de 687 CUP (aproximadamente 16 USD al mes). Incluso, las comodidades físicas a veces eran un problema, por estar en áreas que «no tenían en todos los casos un nivel de iluminación adecuado ni facilidades para que las personas pudieran sentarse o consumir algo», según la entonces presidenta de la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (Etecsa) y actual ministra de Comunicaciones, Mayra Arevich.
Sobre la posibilidad de que realizadores cubanos pudieran colocar su obra en la plataforma de streaming con más usuarios del mundo, el crítico de cine y profesor de la Facultad de Medios de la Universidad de las Artes, Gustavo Arcos, explica que tampoco hubiera sido posible, pues la mayoría de la producción nacional era realizada con fondos de instituciones oficiales como el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC) o la Asociación Hermanos Saíz (AHS).
Para que esto ocurra, es necesario que ambos Gobiernos lleguen a un acuerdo sobre cómo se respetarían, a partir de ese momento, temas como los derechos de autor, que diariamente se violan en Cuba con la piratería normalizada de audiovisuales, programas informáticos, entre otros. Luego tendrían que negociar directamente las instituciones culturales cubanas con las extranjeras interesadas en comprar los contenidos o, de lo contrario, abrir puertas a una inversión de capital extranjero en la producción cultural del país a unos niveles que el Gobierno de la isla, posiblemente, no estaría dispuesto a aceptar.
Por ello, el hecho de que Netflix se abriera al público y a los realizadores cubanos, en sus inicios, no fue más que un acto simbólico.
Vías para llegar al streaming
En el mismo 2015, pero antes de anunciarse que la plataforma empezaría a brindar servicios en la isla, los cubanos estaban disfrutando del Paquete Semanal: un compendio de varios cientos de gigabytes (GB) con contenidos de distinta índole descargados de Internet y distribuidos de manera informal, sin ningún tipo de licencia o amparo legal, pero tampoco persecución por parte de las fuerzas del orden.
En el Paquete se incluyen series de televisión, películas, novelas, revistas, videojuegos, programas para móviles y computadoras. Dentro de la amplia cantidad de audiovisuales que contiene, siempre hay algunos provenientes de Netflix.
Por lo tanto, los contenidos producidos por esta empresa —al menos los más populares— no eran, ni son ahora, un descubrimiento nuevo para el público de la Mayor de las Antillas, acostumbrado a consumirlos de forma alternativa. Pero, años después de aquella apertura simbólica, hay cubanos que están logrando visualizarlos directamente en la plataforma.
«Estoy viendo Netflix en Cuba desde 2019», afirma Yan Carlos Labrada en consonancia con Naomi Cruz, otra usuaria de la isla, quien dice estar usando el servicio de streaming desde hace unos dos años.
En 2017, como parte del escalonado proceso de informatización de la sociedad cubana, Etecsa comenzó a brindar el servicio de Nauta Hogar, que llevó la wifi de los parques y áreas públicas al interior de los hogares y se ha convertido en la opción legal más lógica para acceder a Netflix en el país, pues los datos móviles son más caros y, al cobrarse por cantidad de datos y no por tiempo de uso, se gastarían los planes demasiado rápido al ser usados para consumir audiovisuales tan «pesados».
Si bien en un inicio muy pocas personas pudieron emplear el Nauta Hogar, para 2019 más de 110 mil viviendas lo tenían, además de que en ese año se comenzaron a hacer rebajas —no muy sustanciales— de su precio inicial.
Actualmente, por las tarifas de Nauta Hogar establecidas, se pueden obtener desde 30 horas de wifi mensuales en casa, con una velocidad de 1 Mbps, por 250 CUP; hasta 120 horas, con 4 Mbps de velocidad, por 1 375 CUP (pasando antes por otras variaciones de cantidad de horas, velocidad y precio).
Mauro Vázquez también accede a Netflix desde territorio cubano y, para hacerlo, paga un servicio de 60 horas con 2 Mbps de velocidad, que cuesta 875 CUP. Para obtener una resolución de definición estándar, inferior a la alta definición (HD), la compañía de streaming recomienda tener, como mínimo, una conexión de 3 Mbps de velocidad.
«Es bastante común que se me congele la pantalla —cuenta Mauro. Cuando pasa, hay que esperar. A veces la refresco o cierro la plataforma y la vuelvo a abrir. Lo más lento es después para rebobinar, porque se demora cargando, pero tampoco un tiempo abismal».
Lo mismo le sucede a Gabriela Tejeda, quien se conecta con solo 1 Mbps y, por tanto, no le resulta raro que ocurra un problema de conectividad y se le pause la reproducción de repente. Sin embargo, logra ver los audiovisuales completos y asegura que la calidad de la imagen es «superbuena». «Empieza viéndose mal, pero mientras va cargando mejora», explica.
Además, deben adaptar su consumo mensual a la cantidad de horas pagadas o, una vez consumidas estas, pagar más por recargar sus cuentas Nauta permanentes, con un precio de 17.50 CUP por hora.
Más allá del Nauta Hogar, existen otras opciones no tan legales para contar con wifi en casa y poder disfrutar Netflix. Algunos usuarios, que prefieren mantenerse en el anonimato, explican que reciben la señal a través de los llamados «nanos», que son receptores de Internet mediante señales inalámbricas. Si bien la tenencia de estos es legal desde 2019 en Cuba, es necesario la solicitud de una licencia para conectarse con ellos a la red wifi de Etecsa y, además, esta conexión debe realizarse sin fines de lucro.
«Yo compré el nano y contacté con alguien que es como el administrador de red. Él amplifica la señal del parque wifi y te la lleva hasta tu casa, y por eso se le pagan 250 CUP mensuales, pero no tienes una cantidad de horas a consumir. Tienes que pagar las horas como si fueras a conectarte al parque normal», declara uno de estos usuarios.
Cuentas compartidas y métodos de pago
Netflix acepta pagos a través de tarjetas de crédito y débito o prepagas, siempre de las compañías Visa, MasterCard o Amercian Express; así como mediante plataformas de pago electrónico como PayPal, iTunes o Google Play, aunque esta modalidad es la menos utilizada.
Las tarjetas de Visa y MasterCard funcionan para pagar en tiendas de monedas libremente convertibles y otros servicios dentro de Cuba —a menos que sean obtenidas en una institución bancaria estadounidense—, pero no hay forma de obtenerlas o introducirles dinero desde la isla.
Los cubanos, entonces, se ven en su mayoría imposibilitados de crearse una cuenta propia en Netflix y pagar mensualmente por su membresía. Pero eso no les impide acceder a este. Solo deben hallar quién quiera darles su contraseña.
«Utilizo una cuenta compartida con mi papá, que vive en otro país —dice Naomi. Es una cuenta familiar y permite la creación de varios perfiles. Cada persona ve y personaliza su propio contenido mediante la creación de un perfil».
Del mismo modo, Mauro usa la de un familiar que reside en Estados Unidos, Yan Carlos la de un amigo y Gabriela la del padre de su mejor amiga.
Netflix permite escoger entre tres tipos de planes que varían en precio, calidad de imagen y cantidad de dispositivos en los que se puede ver contenidos simultáneamente. El más barato solo permite utilizar la plataforma en una pantalla y con definición estándar; el segundo acepta hasta dos pantallas y resolución HD; y el premium permite emplear una misma cuenta en cuatro dispositivos distintos a la vez, con resolución ultra HD. Los precios, en 2022, van desde 9.99 hasta 19.99 USD.
Liannys Sánchez, cubana que reside desde hace años en Estados Unidos, explica que muchas veces, como en su caso actual, la suscripción a las plataformas de streaming viene incluida en planes de telefonía móvil u otras ofertas similares. Sin embargo, antes ella pagaba el plan premium de Netflix, que entonces costaba 17.99 USD, y lo hacía específicamente para poder compartir su cuenta con una amiga cubana y otras personas, pues tener una supercalidad de imagen no es algo que le preocupe demasiado.
«Para mí ese precio es barato, pero todo depende de cuánto gane una persona y lo que ese pago influya con los gastos mensuales de las demás cosas», explica Liannys. Y agrega: «No es que alguien no pueda pagar 18 dólares, pero cuando sumas el teléfono, la renta, la corriente y las demás suscripciones que uno tiene que pagar, puede que sí sea significativo, y al final no es realmente necesario».
Por eso, resulta lógico que algunas personas, en el interior de la isla, busquen soluciones para que todo el peso económico de la suscripción no recaiga en su amistad o familiar en el exterior.
Naomi, por ejemplo, es diseñadora y realiza algunos trabajos como freelancer que cobra a través de QvaPay, plataforma internacional de pagos con criptomonedas. Ella asegura que, transfiriendo saldo desde ahí a PayPal, ha logrado pagar la mensualidad de Netflix en varias ocasiones.
Netflix y el Paquete Semanal
«Yo, generalmente, lo que veo en Netflix es ciencia ficción y a veces alguna serie española —cuenta Yan Carlos. Los contenidos, dentro de la plataforma, están divididos por categorías y lo bueno es que, además, tiene una sección con lo más visto, lo que está en tendencia, y eso te da una idea de cuáles son las mejores películas o series del momento, porque hay tantas cosas que a veces me abrumo; no sé qué ver».
Del mismo modo, Gabriela dice utilizar Netflix para ver series de todo tipo, como Emily in Paris y Orange is the new black, y películas, en su mayoría comedias; mientras que Naomi asegura emplearlo casi exclusivamente para ver filmes o miniseries documentales.
Ante la pregunta de si prefieren ver audiovisuales en esta plataforma, en la que, como dice Yan Carlos, hay posibilidades aparentemente infinitas y para todos los gustos, en lugar de consumir la televisión cubana, todos los entrevistados responden, obviamente, que sí.
Las vías de consumo no oficiales —fuera de la prensa estatal y la radio y televisión nacionales— existen en Cuba desde hace décadas y han ido desarrollándose junto con la tecnología. Alcanzaron su mayor masividad primero con el Paquete y, ahora, con la conexión a Internet. Si bien el Gobierno no ha hecho mención alguna, por ejemplo, sobre la apertura de Netflix, algunos funcionarios sí han realizado declaraciones no muy favorables sobre estas vías alternativas de consumo.
«Estamos recogiendo (…) el resultado de nuestros errores institucionales, (…) no es un problema moral, es un problema entre estético, moral, ético; una especie de estafa lamentable que no tiene calificación y sin embargo hay personas que les interesa eso y lo siguen. Uno se pregunta qué es lo que la gente busca ahí (…), pero bien, todo eso tiene que ver con errores institucionales, educacionales. Esa frivolidad, esa mediocridad, ese culto a la tontería, a la estupidez», declaró el antiguo ministro de Cultura, Abel Prieto, en entrevista para la investigación «La cultura empaquetada» (2015), de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.
En la misma entrevista, Prieto aseguró: «la tragedia es que estamos luchando contra modelos de consumo cultural muy coloniales, ahí está una de las claves del problema. Una gran parte de los contenidos (…) entraña un componente colonial, como el proyecto Hollywood completo».
Por su parte, el profesor Gustavo Arcos recuerda cómo, durante muchos años, las escasas vías de información en Cuba fueron regidas por un control casi total del aparato del Estado, centrado en el Departamento Ideológico del Comité Central, y ve como algo positivo todas estas vías informales «en la medida en que creo que las personas necesitan estar informadas y que tiene que haber otra realidad. Hay un mundo más allá del periódico Granma y de la televisión cubana, y es muy vasto, muy complejo, rico en el sentido cultural e intelectual. Así que siempre veré eso como una buena manera de que las personas accedan a esa otra información existente en el resto del mundo».
«Netflix es como todo, encuentras productos muy buenos y otros mediocres —continúa Arcos. No obstante, toda persona necesita su cuota de banalidad. Hay que divertirse, relajarse, ser trivial. Vivimos en un mundo de banalidad, donde uno habla con sus amigos de cosas triviales como la ropa que lleva puesta. Se puede estar interesado en la industria del videojuego y que aquí te digan que eso es trivial y frívolo, porque lo importante es que leas a Martí. Es importante leer a Martí, pero ¿por qué no puede ser importante para ti jugar videojuegos? Puedes hacer las dos cosas. En Cuba se suele estigmatizar todo ese consumo alternativo como frívolo, que embrutece a las masas. Pero es el Gobierno el que las embrutece si les ofrece un solo tipo de análisis, un solo punto de vista. Las está embruteciendo, porque las está llevando nada más por una línea, por un carril».
Ante la insuficiencia de la televisión como único medio de entretenimiento audiovisual, instituciones cubanas han creado compendios de información como la Mochila —supuesta contraparte del Paquete— y sitios virtuales como Picta o el repositorio Visuales de la Universidad de las Villas.
Sin embargo, a la primera solo se puede acceder en los escasos Joven Club de Computación y no cuenta con tanto contenido como su homólogo no oficial. Mientras, los dos sitios mencionados tienen la ventaja de consumir el bono de datos móviles nacionales antes que los de navegación internacional, pero, al recibir solo 300 MB con la compra de cada plan de datos, se pueden gastar al descargar un solo capítulo de alguna serie. Además, estas plataformas siguen sin poder compararse, en cuanto a cantidad de contenidos, con gigantes del streaming como Netflix.
Por estas razones, los cubanos se siguen decantando por variantes no estatales como el Paquete Semanal o, quienes pueden, los servicios de streaming. Por el momento, Netflix parece estarse llevando casi toda la atención, pero en el futuro seguramente llegarán Hulu, Disney+, Amazon Prime y otras que ampliarán, cada vez más, las opciones de consumo de los cubanos.
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