En mayo pasado, el anuncio del regreso del exligamayorista Yasmany Tomás al béisbol cubano levantó un avispero en redes sociales entre la fanaticada. Unos le reprocharon al «Tanque» que volviera a Industriales tras ser excluido del equipo Cuba durante el V Clásico Mundial; otros, se preguntaron qué estaba buscando en la deprimida Serie Nacional; y los menos y más listos apuntaron a las verdaderas causas.
Tomás buscaba seguir jugando béisbol más allá de cuestionamientos políticos y de la economía de la isla, donde sabe que no recibirá una remuneración acorde con su talento. Al igual que otros peloteros (Erisbel Arruebarruena o Yadir Drake), el «Tanque» quería mantenerse en forma para participar en las ligas invernales de México, Puerto Rico o República Dominicana.
También buscó aprovechar los vínculos de la Federación Cubana de Béisbol (FCB) con la pelota asiática, en especial con Japón. Esa es la utilidad que le encuentran a la Serie Nacional los peloteros cubanos que salieron a escondidas de la isla hace una década y que ahora regresan a los terrenos cubanos. No es patriotismo, es conveniencia.
A Tomás le fue «de regular a mal» en su vuelta a la Serie Nacional, por ello no «pescó» nada en Asia. Aunque garantizó su contrato en la Liga Mexicana del Pacífico, con los Cañeros de los Mochis, según reportes locales.
Algo así busca ahora otro exligamayorista cubano, el avileño Rusney Castillo, exjugador de los Red Sox de Boston. En 2013, Castillo salió de Cuba en asociación con traficantes de personas que lo llevaron hasta República Dominicana. Allí se asentó, alcanzó la agencia libre de MLB y firmó un contrato muy suculento de más de 70 millones de dólares con los Medias Rojas. Una década después, el avileño quiere regresar a la pelota cubana.
En conversación con el periodista deportivo Yasel Porto, Castillo no se anduvo por las ramas ni habló de patriotismo ni romantizó su regreso a la isla. El jardinero va a lo que va, a mantenerse en forma en un sitio que, además, le saldrá económico en lo que cae un contrato en ligas invernales.
«Estaba moviéndome con las ligas invernales del Caribe, pero estaban llenas todas. Hablé con mi representante y le comenté que Cuba había quitado las restricciones de repatriación y decidimos entonces dar el paso. Siempre que pudiera estar jugando y no entrenando, con vistas a poder conseguir después un contrato en otro país. Al menos estoy en juego en Cuba y en mejor forma física, por si me llaman de Puerto Rico o de donde sea», declaró Castillo.
El jardinero, que tuvo un paso bastante discreto por las Grandes Ligas con los Red Sox, calificó su regreso como «algo normal» y aseguró que, en Cuba, con los Cocodrilos de Matanzas lo haría «lo mejor posible». Castillo está más enfocado en lo que vendrá después, el contrato de ligas invernales que anhela. A propósito, dijo: «todavía tengo fuerzas para luchar un poco más».
Con los Red Sox de Boston, Castillo pasó en un santiamén de ser un «suplente de lujo» a un pelotero promedio. En su primera prueba de fuego con los Red Sox, en 2015, el avileño fue uno de los dos jugadores en todas las Mayores que no consiguió un solo extrabase en 50 turnos al bate. Una estadística que «infartó» a más de un directivo de Boston tras la millonada que se dejaron con Rusney. Su paso por MLB fue efímero, calificado de «fracaso».
En octubre de 2022, durante la anterior campaña de la Liga de Béisbol Profesional «Roberto Clemente» (LBPRC), los Cangrejeros de Santurce rescataron a Castillo del olvido. El avileño llegó a Puerto Rico tras un paso «decente» en la Atlantic League, de nivel Triple A, en la que bateó 297 con seis vuelacercas.
Esta temporada, los Mariachis de Guadalajara, de la Liga Mexicana de Béisbol (LMB), firmaron en mayo por Castillo, pero no duró más de un mes en sus filas. A inicios de junio, los directivos de la novena de Jalisco lo dejaban en libertad y sin equipo.
Fue entonces que surgió la idea de Cuba, mantenerse en forma y esperar un contrato respetable mientras avanza la mal llamada Liga Élite de la pelota cubana. Lo dicho, no es patriotismo, no es un retorno al Edén ni nada que se le parezca. Es simple conveniencia.
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