Giordano Guerra tiene un céntrico estudio en la Habana Vieja. Para un joven historiador del arte iniciar un negocio de artes plásticas es un reto mayúsculo. Máxime si es como creador, y no como curador. Una riesgosa intrusión. Pero, de todos modos, el que no arriesga…
Antes de llegar de la Isla de la Juventud a la Universidad de La Habana, en honor a la verdad, ya había estrenado sus pincelazos en la antigua academia de artes plásticas de Nueva Gerona. Pero en esta corriente de rápidos que es el emprendimiento en Cuba, no vale solo el talento o la técnica creativa, sino también, y sobre todo, el know how administrativo.
A dos meses de abrir el estudio-taller muy próximo a la Bodeguita del Medio, me llego a preguntarle qué tal, cómo le va. Y me responde con las mismas preguntas que tiempo atrás: ¿cómo mantener un futuro trabajo comunitario? ¿qué hacer para que el arte permanezca en función de galerías y después de lo comercial?
Además de hacerse esas preguntas cuasiexistenciales los iniciadores deben aprender rápido a ser mejores que el Estado “jugando cabeza”, a veces, jugándose la cabeza del negocio.
Hacer arte en Cuba es de por sí difícil si se pretende vivir de la venta. El mercado está deprimido y no están permitidas las galerías de arte privadas. Tampoco existen gestores empresariales o representantes para mover la información sobre las propuestas de cada artista. En ese escenario, los estudios-talleres parecen ser la solución.
Giordano blande su carnet del Registro del Creador. Ese pedazo de papel plasticado le permite vender en el mismo espacio donde trabaja.
— Pero ahí no acaban los problemas…
— Empiezan otras dificultades como son los materiales. No existe una fábrica en Cuba para esos insumos. Eso nos detiene en muchas ocasiones, incluso semanas sin trabajar. Y, por ejemplo, la tienda del Fondo Cubano de Bienes Culturales, donde pudieras encontrar las pinturas, casi siempre está vacía.
La inventiva vuelve, como un fantasma amable que visita a los cubanos de todas las épocas y oficios. El lienzo que compran muchos pintores, oficialmente, se produce con fines textiles. El impermeabilizante con que imprimen los lienzos se produce para tapar y controlar filtraciones en y casas y apartamentos.
La solidaridad regresa, como caridad entre jodidos, ya no proletaria, sino pictórica. Los pigmentos que usa Giordano llegan desde confines del mundo como Brasil, gracias a algunos amigos. No hubiera imaginado Martí (mucho menos Ho Chi Min) que de la lejana tierra de los anamitas, Vietnam, hoy también arribarían los colores para un lienzo cubano.
— ¿Como entiendes el rol del mercado en tu dinámica de trabajo?
— Los emprendedores tenemos muchas ideas, pero pocas se pueden concretar sin dinero. Nuestro arte es para vender. A diferencia de muchos artistas que se consideran incomprendidos y que rechazan al mercado, yo estoy a favor, solo que además estoy comprometido con mi arte y concibo obras en las que existe una profundidad del contenido.
— Tus piezas están impresas, además, con el halo del contexto nacional, la historia, la identidad y el sentimiento de su generación; no son suvenires de feria.
— Sí, me interesa emplear simbolismos y tradiciones, cultura y memoria. Uso lo que pudiera estar tatuado en cualquier parte del cuerpo de un cubano. Eso pueden ver en mis cuadros.
— ¿Qué tendencias artísticas te interesa desarrollar?
— En mi caso las ideas no se subordinan a una tendencia, sino más bien al contrario. Genero ideas y después veo en qué tendencia, manifestación o estética la resuelvo.
— A la par de tu trabajo más personal, manejas un Proyecto Comunitario, y barajas iniciativas de corte social, totalmente gratis, para acercarte a la comunidad. ¿Lo ves como parte de tu trabajo?
— Si bien el arte puede no cambiar la realidad social, enriquece la realidad cultural, y esta a su vez influye de manera directa en la transformación de la sociedad, y eso es un avance.
— Por otro lado, despliegas una filosofía poco ortodoxa en los talleres creativos para niños.
— No pretendo enseñarlos a dibujar o a pintar desde los preceptos académicos. Prefiero que los niños desarrollen sus facultades creativas, añadiéndole su visión particular de las cosas. –Y se le va a Giordano en una frase la clase de filosofía- Eso es lo que me interesa en este taller: acercar arte y creación desde los propios inicios del sujeto social.
Giordano no niega de dónde llegó, mientras se soba la barba negrísima. Recientemente expuso una aplazada tesis de grado, ahora opta por trabajar en las artes plásticas incluyendo el conocimiento aprendido en la Facultad.
— De alguna manera estoy ejerciendo la carrera. Las artes visuales me permiten ser concreto y críptico a la vez
Da unas vueltas por el estudio. Arregla unos cuadros en exposición y otros a medio terminar. Alcanza el alto puntal con la mirada. Más adelante, como si con sus explicaciones anteriores hubiese evadido la real realidad suelta:
— Sinceramente, me cansa escribir, pero me gusta el resultado de la escritura. Un cuadro es como una escritura, pero compacta.
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