Después de presentarse («Buenos días, yo soy Javier Bobadilla»), «no inmediatamente, pero sí unos minutos después», explica, «suelo dejar claro que soy un punto, para no crear falsas expectativas». Como esa presentación, entre lo formal y lo ligero, entre la promesa de trascendentalismo y la ironía, es el tono de lo que publica en Facebook, y desde hace unas semanas también en Telegram y Anchor.
¿Sus temas? Grandes pasiones de todos los días que lo conectan con una audiencia cubana que, en poco más de un año, suele pasar de las mil interacciones con lo que publica: el presidente, los emelecés, la pelota, el periódico, el plato en la mesa, el futuro. Cuando no está escribiendo o registrando sus textos en audio, Javier Bobadilla monta su moto, juega Nintendo, ve televisión. «Solía salir mucho, sobre todo a eventos de artes plásticas, pero entre el COVID clínico y el COVID económico…».
Tiene 42 años y estudió Ciencias de la Computación; de eso vive. Pero frecuentó además otras aulas: «Estudié iaijutsu y, si bien no he peleado con una espada para defender mi vida, trato de aplicar sus principios en la vida cotidiana». También estudió fotografía y arte conceptual, «y no logré vivir de ellos, pero me divertí muchísimo». Vive en Cayo Hueso, «en la frontera de Centro Habana con el Vedado», donde nació y donde espera «con un poco de suerte», permanecer.
¿Qué lees? ¿Qué has leído que te haya marcado?
Las obras completas de Borges; Blindsight, de Peter Watts; La broma infinita, de David Foster Wallace y The C++ programming language, de Bjarne Stroustrup.
De niño, mi abuelo me llevaba a la librería de 25 frente al parque, y me compraba un libro, casi semanalmente. Una amiga de mi abuela me prestaba libros de su colección; gracias a ella leí la novelización de Alien: El octavo pasajero. En mi secundaria (Mártires de Humboldt 7) había una biblioteca bastante buena, y ahí también leí mucho.
Cuando tuve computadora empecé a leer en formato digital. Todo ese tiempo leí muy variado. Ahora leo por embullo. Alguien me recomienda un libro: yo lo leo. Me acostumbré a leer en digital, y el libro físico se me hace muy incómodo.
¿Cuándo comenzaste a escribir opinión?
Siempre he tenido una fuerte tendencia a dar mi opinión. Empecé a ponerla por escrito y a publicarla en Facebook a mediados de 2020.
¿Cómo escoges los temas sobre los que publicas?
Los temas llueven. Algunos se vuelven inevitables. A veces alguien me pide mi opinión sobre algo específico. Tengo un hilo conductor, y trato de que cada reflexión pase a formar parte del todo, aunque sea subliminalmente.
¿Cuándo identificaste Facebook como plataforma de difusión para ti? ¿Por qué?
Cuando me di cuenta de que era el medio de comunicación más eficiente para lo que yo quería hacer. Tenía muchos amigos —y muy variados— en mi cuenta de Facebook. Ya había intentado usarla para promover fotografía, pero no era la audiencia correcta. Resultó ser la correcta para esto.
La descripción de tu página en Facebook es «personaje público». ¿Te consideras un influencer?
«Figura pública» es quizá la opción más neutral que hay para crearse una página. No soy periodista, y no me interesa que se me vea como tal, ni siquiera como periodismo gonzo. Se es escritor cuando a uno le pagan por escribir, cosa que en mi caso no ocurre. Bloguero, dice mi mamá que es algo así como «globero». Político, todavía no lo aprueban como TCP. Así que sigo un buen ejemplo, escribo reflexiones y las hago públicas. Si influencian, o no, ya es cosa del que lee.
¿Cómo te relacionas con tus lectores? ¿Quiénes son?
A la gran mayoría no los conozco y ni siquiera sé si me leen. De los que tengo referencia, la mayoría me comenta en las publicaciones para ampliar lo escrito, dar su opinión, corregir errores, o simplemente dar «acuse de recibo». Algunos me invitan a visitarlos. Entre todos armamos un rompecabezas que, de otra forma, solo tendría mi perspectiva.
Mis lectores suelen ser mayormente cubanos residentes en Cuba, que aspiran a vivir de su trabajo, llevar una vida con garantías a largo plazo, preferiblemente lo más despolitizada posible, y están muy preocupados con el camino que está tomando el país. Me gusta usar de ejemplo al bicitaxista, que es una figura omnipresente en Centro Habana, y que lo único que pide es que lo dejen dar pedal tranquilo; lo demás lo resuelve él.
¿Qué piensas de la censura? ¿Y de la autocensura?
Que la autocensura es peor que la censura, y que, para colmo, hay más.
Además de saber que podrías estar en alguna lista negra, ¿alguien ha intentado que dejes de escribir? ¿Te han hecho alguna «advertencia»?
Nunca he estado en una lista en la que no quiera —o esté preparado para— estar. Aún así, me alegra poder decir que, hasta ahora, nadie —aparte de mi esposa, mi madre y mi hermano— me ha pedido, sugerido u ordenado dejar de hacer pública mi opinión. Exceptuando alguna que otra multa de tránsito, que generalmente merezco, creo que le gusto a alguien en alguna parte de Allá Arriba.
¿Cómo describirías el debate político en Cuba, en los medios, en las redes...?
Inmaduro, polarizado y emocional, pero emergente. Pasó de no existir, de la falsa unanimidad, a una explosión de criterios. ¿Que no se expresan correctamente? Ok. Poco a poco. Lo más importante es involucrar gente con buena capacidad de expresión y perspectivas sólidas, que puedan funcionar como modelo para los que comienzan a expresarse.
¿Por qué decidiste ampliarte a otros formatos y otras plataformas para difundir tus contenidos?
Se ha perdido la costumbre de leer. Más de una vez me pidieron un resumen. Me sugirieron ser más breve. Vi que el audio podía ser una opción más viable que el video, en lo económico y en lo práctico. Hacer el audio es sencillo, subirlo consume poco, oírlo también. Al final, mucha gente oye un video mientras hace otra cosa. Facebook recién se está estrenando en el tema de los podcasts, y todavía no está disponible para todos. Así que terminé haciendo un podcast en Anchor, que sale por Spotify, y un canal en Telegram. Spotify en Cuba tienen muy pocos usuarios, pero Telegram es increíblemente popular, y hacia ahí se ha ido casi todo el tráfico. No quiero, no obstante, abandonar Facebook, porque el canal de Telegram es un monólogo, y Facebook una conversación.
Has dicho «si no fuera inconstitucional, hubiera creado un nuevo partido. Si fuera posible llegar a la Asamblea Nacional —y sobre todo, esta tuviera una función REAL— me hubiera lanzado a una candidatura». ¿De qué sería tu partido? ¿Harías política en serio? ¿O es solo lo que dices en aquel otro fragmento citando a José José: «es verdad, soy un payaso»?
En política nada es suficientemente serio como para no admitir un poco de ironía y cinismo. O más de un poco. Estamos demasiado condicionados a mirar la política con un temor religioso, y es por eso que se toman posiciones rayando en la Guerra Santa. Puede que la palabra correcta, más que «seriedad», sea «compromiso». Y eso sí lo haría.
Mi partido tendría como objetivo descentralizar y facilitar las importaciones y exportaciones (priorizando las importaciones de herramientas y materia prima), desplazar gradualmente la creación de nuevos empleos del sector estatal al privado, organizar y reformar el sistema de impuestos, descentralizar la producción agropecuaria y sentar las bases para una nueva Reforma Agraria. Me parece que un partido se empieza por el qué se quiere hacer, no por el nombre.
La crisis está provocando una nueva estampida. ¿Seguirás en Cuba? ¿Por qué?
Todavía esta crisis no está en un nivel suficientemente crítico como para que la única solución sea abandonar el barco.
¿Cómo crees que dejarían de ser tópicos centrales en la vida de los cubanos el irse y el quedarse?
Cuando se desmitifique el irse o el quedarse. Cuando sea reversible cualquiera de los dos casos. Cuando haya un servicio de ferri. Cuando, entre varios, podamos rentar una lancha, y darnos un saltico el fin de semana. Cuando no seamos parte de una situación de rehenes.
¿Te interesaría escribir para un medio? ¿Tienes planes más allá de los nuevos canales de difusión que has abierto?
No. Según me han dicho los especialistas, en Facebook hay más alcance. Un medio puede aportar legitimidad, pero yo no necesito legitimidad. Tampoco me interesa tener que ceñirme a un esquema. Si alguien quiere publicar algo mío, puede pedirme permiso, y hasta ahora siempre lo he dado y les he agradecido por compartir. Compartir es la acción más valiosa en las redes sociales.
Yo vine a ser libre, dentro del espacio que puedo tener, sin afectar el espacio de la libertad de nadie más. Creo que ese es un buen plan.
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