La fraseología
En Cuba siempre se está «rectificando errores», o en algún «período especial en tiempos de paz», o coyunturando, o (des)ordenando y reordenando. De hecho, a juzgar por el estado de la salud, la educación, la vivienda, el empleo, la tierra y la industrialización, se puede decir que todavía se está cumpliendo el programa del Moncada.
En realidad, siempre se trata de lo mismo; solo la fraseología cambia el nombre, para variar.
Ese pasado originario del que nunca se sale hoy nos tiene atrapados en la última versión de su eufemismo: el ordenamiento.
La Tarea Ordenamiento (TO), según dijeron las autoridades, entró en vigor para corregir distorsiones de la economía asociadas a la dualidad monetaria (la presencia del Cuban convertible: CUC) con multiplicidad cambiaria. Sin embargo, un análisis de la estructura económica cubana lleva a suponer que fue la escasez de divisas lo que llevó al paso definitivo del ordenamiento.
Lo que esperaban muchos cubanos de esa nueva tarea era la eliminación de las distorsiones en la formación de precios (costos subsidiados, salarios bajos, ganancias empresariales ficticias, empresas irrentables, etcétera). Esa dualidad monetaria (con multiplicidad cambiaria de trasfondo) fue considerada por la ciudadanía y parte de algunos discursos académicos la culpable de muchas de sus carencias económicas, al menos durante la penúltima década. Pero esta es solo la cara más visible del CUC.
Esta moneda permitió que se mantuviera en esencia la estabilidad sociopolítica, los mínimos indispensables para el ejercicio de gobierno de las élites militares y partidistas y las políticas gubernamentales recaudatorias de divisas. Por otro lado, desde la entrada en vigor del CUC y pasando por el CUC fiduciario (sin respaldo en dólar) han existido, en mayor o menor medida, los problemas mencionados. Estos tampoco se encontraban particularmente en un momento de crisis luego del primer año de pandemia. Había los mismos costos subsidiados, los mismos bajos salarios, las mismas ganancias empresariales ficticias, empresas irrentables, etcétera).
Hay razones para pensar que no fueron precisamente estos problemas creados por el CUC los que empujaron al ordenamiento, tal y como se dijo en los medios, sino otros, como con qué sostener una economía cuando buena parte de su actividad empresarial no funciona bien.
Cuando el país tiene divisas suficientes para importar todo lo que no se produce y abastecer mercados e industrias, pagar deuda o construir hoteles, no importa cuán ineficiente es el sistema empresarial, la economía sigue adelante, porque permite al Gobierno mantener ciertos equilibrios para llenar todo el espacio de improductividad nacional con dinero para poner algo de oferta de bienes importados y llevar a cabo su proyecto económico del ocio, además de cumplir compromisos internacionales. Cuando falta esta divisa, todo entra en crisis.
Por su parte, las distorsiones atribuidas a la dualidad en realidad solo eran un síntoma de las carencias de divisas del país. Sin estas, no se podía garantizar ni el acceso a insumos o renovación de equipos en el exterior ni aumento de la oferta por importación ni una tasa de cambio para los ciudadanos capaz de reducir el costo de la tasa de cambio en materia de consumo de bienes.
Habría que recordar que un escenario como el cubano, en el que el sector privado no es el de mayor volumen comercial ni tiene una movilidad de su capital y de sus productos finales que le garantice a este último ser un actor activo y determinante en el mercado interno de divisas, deja toda la convertibilidad formal o legal para actores privados, estatales y consumidores en la (in)capacidad gubernamental de lograrla en la arena internacional. De ahí que, ante las limitaciones al sector privado cubano, y siendo el sector estatal el principal actor económico, la convertibilidad internacional adquiera un matiz diferente en cuanto a necesidad de la economía en Cuba. Y como dicha convertibilidad nunca se logró, al Gobierno le quedaba lo que obtenía por exportación y captar las divisas que entraban al territorio nacional por remesas o turismo.
El mecanismo
Luego de permitirse la circulación del dólar, introducirse el CUC y volver a prohibirse el dólar, los dueños de las divisas que ingresaban en cash al país (vía turismo o remesas) se veían obligados a cambiarlas por CUC. Así, las divisas iban hacia el Gobierno, y el espejo monetario hacia los ciudadanos y los turistas.
El otro peso cubano, el CUC, fue el instrumento esencial que sostuvo la recaudación de dólares por parte del Gobierno cubano. Pudieron haberlo llamado Cuban collector para hacer honor a su tarea.
Este esquema del CUC, como he mencionado, tuvo problemas de optimización. Por un lado, una parte de las divisas se utilizaba para salir del país (en viajes de negocios y de turismo) y, por el otro, la función de las Casas de Cambio (que recogían el dólar y entregaban el espejo) comenzó a ser ejercida por actores privados, incluso fuera del país. Esto ocasionó una fuga de dólares y, por tanto, una pérdida de eficiencia del CUC como mecanismo recolector.
Se trataba de algo que podía afectar el ejercicio de Gobierno de las élites militares y partidistas, sobre todo si se tiene en cuenta la esencia mercantilista o recaudatoria de su política económica.
Sin embargo, la respuesta fue a pequeña escala. Consistió en crear las primeras tiendas en MLC para vender equipos electrodomésticos a los fenicios que iban a comprarlos fuera, en Panamá u otros países de la región. La fuga requería algunos parches, no un cambio sustancial. Entonces la presencia y el uso de la MLC eran discretos.
El CUC continuó presente. Para que saliera de circulación, tenía que dejar de ser efectivo como instrumento recaudatorio. O, al menos, debían existir variantes más eficientes para cumplir el mismo objetivo. Y así fue.
Cambio de planes
Para 2020 se había perdido casi por completo el mercado de exportación de servicios médicos. El turismo escalaba como principal alimento de divisas. En ese momento llegó la pandemia y, con ella, la caída drástica de la industria sin humo. Fue la causa principal de que la recaudación de divisas (vía CUC) se fuera abajo significativamente.
Sin turistas no había cambio de divisas por espejos monetarios. Y a la política recaudatoria gubernamental no la ayudaba en nada el tener miles de millones de CUC circulando en las calles, si estos no tenían un correlato en moneda real. Así, el CUC como instrumento dejó de ser útil. La crisis de la entrada de divisas por turismo al país fue también la del instrumento que se había venido empleando.
Por eso, en medio de un escenario en el que la pandemia parecía demorar, esperar su fin no era una opción. Se hizo necesario otro instrumento que poner en el lugar que ocupaba el CUC. De ahí que el ordenamiento no fuera solo la retirada del CUC, como se ha dicho oficialmente, ni la reunificación de las tasas de cambio.
El ordenamiento ha sido, sobre todo, la creación de un instrumento sustituto del CUC en el contexto de la caída del turismo y la exportación de servicios médicos. De paso, solucionaría eventualmente las pérdidas (divisas no recaudadas) por el auge de los fenicios y otras formas entendidas como fuga de divisas. Así se hizo.
El destierro
El nuevo instrumento no fue otro que el probado a pequeña escala a finales de 2019: las tiendas en moneda libremente convertible (MLC). Una vez enviadas las remesas en divisas, el saldo se acredita a una cuenta a nombre de algún banco del Gobierno en el exterior. El ciudadano cubano, dentro de Cuba, recibe ese saldo en una suerte de CUC 2.0, virtual y actualizado bajo el nombre de MLC. Un nuevo espejo mejorado; una pseudomoneda que solo sirve a ciudadanos cubanos para comprar bienes de consumo dentro de Cuba.
Para los turistas también hubo «perfeccionamiento». Ellos y otras personas con tarjetas en el exterior como Visa o MasterCard pagan en las tiendas en MLC y el dinero va a un banco del Gobierno en el exterior. Dada la expansión de tarjetas en el mundo, quedó garantizado que una buena parte de las divisas que trajeran los turistas no se perdiera en los viajes de compras individuales ni otras actividades similares, al eliminarse el paso intermedio que consistía en comprar CUC.
Si la pandemia causó la caída de entradas de divisas por falta de turismo y Cuba seguía lejos de un crecimiento significativo de la exportación de servicios médicos, la Tarea Ordenamiento no fue perjudicada en su efectividad por la pandemia, la pandemia fue el empujón determinante para que el Gobierno finalmente la llevara a cabo.
A pesar de las fugas de eficiencia, con un turismo fluido el Gobierno no tenía una situación desesperada que lo obligara a retirar el CUC. Al contrario, lo más probable es que se hubiera limitado a replicar experimentos como a finales de 2019, sin abarcar la mayoría absoluta de la oferta de bienes de consumo; sobre todo, por el alto costo político que representaban las tiendas en MLC. Sin embargo, con esta baja del turismo, el CUC sobraba. Desterrado.
No significa que la retirada del CUC obedeciera solo a razones estrictamente económicas. Si bien formaba parte de la implementación del nuevo instrumento recaudatorio, la ciudadanía también quería la eliminación del CUC, puesto que lo responsabilizaba de muchos de los problemas económicos. Por tanto, otra razón para ejecutarla era aprovechar y llevar a cabo una acción que complaciera en cierta medida un reclamo popular de la última década. Es decir, desde el punto de vista de la propaganda y la ideología política, convenía mucho una política económica que cumpliera ese reclamo de la última década; sobre todo, en medio de una pandemia en la cual el Gobierno, luego de un año, no había llevado a cabo ninguna medida de impacto o que representara algún horizonte.
Y si el problema que quería resolver el Gobierno con la salida del CUC hubiera sido el de aliviar el impacto negativo de la dualidad monetaria sobre el poder adquisitivo, jamás habría aplicado algo que lo ha acentuado.
Por otro lado, el ordenamiento de precios en CUP es un proceso que ha estado años ocupando reuniones, quién sabe hasta cuándo. Su aplicación ha sido un desastre y no va a repararse. Los esfuerzos gubernamentales no han estado concentrados ahí, lo que influye en que no haya quedado bien. Tampoco hay evidencia de que quienes lo están haciendo lo hayan hecho bien alguna vez.
Lo que sí quedó bien fue el instrumento recaudatorio. Resolvió todos los cabos sueltos del experimento CUC, que era el objetivo final (ese lado del ordenamiento se nota que sí estuvo bien elaborado). Los otros problemas quedarán pendientes, siempre «se está trabajando» en ellos. Siempre «se está haciendo mucho esfuerzo para resolverlos».
El resumen
Las crisis en las utilidades empresariales, los bajos salarios, la baja productividad siempre han estado ahí, y poca solución se les ha dado. Nada de eso era capaz de asfixiar la economía cubana siempre que entrara, al menos, mucho turismo.
La caída del turismo dejó al país sin divisas. Eso sí podía asfixiar la economía. Quitar el CUC no resolvía el problema. Poner tiendas en MLC, sí. Quitar el CUC solo servía para poner tiendas en MLC. Las tiendas en MLC son la fuente del eterno envío de remesas a Cuba. La TO fue, por tanto, terminar de condenar la economía cubana a las remesas, y crear las bases para ello.
Las tiendas en MLC no son un accidente, un error, un mal necesario y temporal, sino que forman parte de la actualización de la esencia económica del modelo gubernamental.
Mientras eso ocurría, este trasfondo estuvo oculto por los medios controlados por el Partido Comunista y la sociedad cubana estuvo debatiendo sobre la salida del CUC, fachada del ordenamiento, cuando se trataba solo de un paso complementario.
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