En ningún momento de la historia de Cuba, excepto después que cayó la Unión Soviética (URSS), nuestro país ha estado tan solo para enfrentar un cambio de raíz en su política económica. Ya no tenemos cuotas de mercado norteamericano, ni suministros de la URSS, ni el apoyo incondicional del petróleo venezolano y quedan menos esperanzas de lo que pudo ser la normalización con Obama.
Por si fuera poco, la base agrícola-industrial está seriamente afectada, las inversiones extranjeras siguen siendo bajas, la deuda externa alta, el sistema empresarial viciado por la doble moneda y múltiples tasas de cambio y; los efectos de todo esto se sienten ya en los beneficios sociales de la población.
Esta situación ha generado que el gobierno cubano tome cartas en el asunto y desde 2010 viene emitiendo una serie de medidas para revertirlo. A pesar de ello la visión sigue siendo de incredulidad por el que las vive y recelo por el que las pone. Luego de 20 años tiene experiencias de terceros para lograr un “cambio controlado” en el rumbo económico de la isla. Los referentes externos son tres: (1) la URSS con su proceso de desintegración y terapias de choque, (2) China y su socialismo con características chinas y (3) Viet Nam y su política Doi Moi (de renovación).
El primer referente ya ha sido descartado por el inmenso costo social y político que trajo en cada país. El segundo referente es difícil de aplicar al caso cubano, teniendo en cuenta que es el tercer país más extenso del mundo y el primero más poblado. Estos dos elementos condicionan la forma de manejar un cambio económico. Por tanto, la experiencia más factible pareciera ser la de Viet Nam y su Doi Moi.
El país asiático tiene más de 90 millones de habitantes, vivió más de 30 años de ocupación y guerras de independencia, cerca de 20 años bloqueado económicamente por Estados Unidos y está ubicado en la región de mayor competitividad y crecimiento del planeta. A pesar de las diferencias, las características de su proceso valen de referencia para el experimento en la Isla.
Un dato llamativo en la comparación que se podría hacer respecto a la Doi Moi es la línea de tiempo que se maneja en Cuba. En los 7 años que lleva el proceso de “actualización” cubano, el gobierno vietnamita emitió más de 40 leyes y decretos que agilizaron el proceso de transformación, sirviendo los mismos como base para la nueva constitución.
De 1986 a 1992, la política de renovación del gobierno vietnamita emitió importantes leyes y decretos que propiciaron el éxito que muestran hoy en día. Por citar algunas:
1. Renovación de las formas de administración de las granjas del Estado y reorganización de las cooperativas agrícolas;
2.Apertura del sector privado a campos como la agricultura, la silvicultura y la pescadería;
3.Ley de Inversión Extranjera;
4. Nueva Ley de Tierras;
5. Liberalización de los controles de tipo de cambio;
6. Ley de Impuestos para la Importación y la Exportación;
7. Eliminación de los subsidios a la producción y del control de precios;
8. Permisos de exportación a productores, a través de compañías con licencia de comercio exterior;
9. Ley de Empresas Privadas;
10. Nueva reforma tributaria;
11. Ley Nacional de Bancos, Cooperativas de Créditos e Instituciones Financieras;
12. Permisos de comercio exterior directo a empresas privadas;
13. Nueva Constitución.
De la parte cubana las medidas han sido más tibias y del período 2010-2017 se pueden resumir unas pocas con impacto, entre ellas:
1. Ley de Inversión Extranjera, con su cartera de oportunidades y la Zona Especial de Desarrollo del Mariel;
2. Otorgamiento de tierras ociosas en usufructo y la posibilidad de construir en ellas;
3. Aprobación de Cooperativas No Agropecuarias con carácter experimental -el proceso lleva detenido cerca de dos años-;
4. Licencias para ejercer en el sector privado bajo la forma de Trabajo por Cuenta Propia –TCP-;
5. Eliminación parcial de subsidios;
6. Concesión de préstamos bancarios al sector TCP.
En mi opinión es muy poco para 7 años. Si se quiere lograr el éxito proyectado para 2030, es tiempo de que las medidas sean profundas y atajen los problemas de raíz.
Hoy en día, nuestra sociedad está ampliamente a favor del cambio, de la flexibilización económica, de mecanismos legales que respalden una dinámica empresarial justa, tanto a privados como a estatales. Si bien una incorrecta desregulación puede tener un costo político y social alto, el control excesivo no lo tiene menos, y ese ya se siente en cada esquina. El miedo a lo desconocido no sirve para liderar ni dirigir, sino la voluntad de romper la inercia, de mejorar lo que somos y lo que tenemos.
Y en estos tiempos de elecciones yo voto por nuestra Doi Moi, la nuestra, pero sin tantas pausas.
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Armando Chaguaceda
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