La estructura de consumo ciudadano de bienes y servicios cambió después de la Segunda Guerra Mundial. Estos cambios no tardaron en ser reflejados en la teoría económica. Así lo evidencia la teoría de los ingresos permanentes.
Según esta, el consumo se explica por dos fuentes: ingresos personales y préstamos o adelantos. Dicho de otro modo, una persona vive del resultado de su trabajo y de las deudas que contrae (del trabajo presente y del adelanto del trabajo futuro).
No es así el caso de aquellos a los que les alcanzan sus ingresos personales. Los sectores cuyos ingresos les permiten satisfacer ciertos niveles de consumo y algo les «sobra» tienen ahorros. Por su parte, las políticas públicas intentan captar esos ahorros, como fuentes de inversión, según una vieja máxima de la economía: ahorro igual a inversión (tampoco faltan los que usan préstamos para invertir, y esos también son objeto de interés de las políticas públicas, pero solo me centraré en el ahorro).
Los ciudadanos con ahorros pueden tener varias opciones para invertir su dinero. Las clásicas son entregarlo al banco para que, al cabo de un tiempo, este le arroje intereses, u ofrecerlo como dinero para inversión directa, al comprar acciones de una empresa (derecho a participar en las ganancias de una empresa a futuro) en el mercado financiero.
El mercado financiero es ese lugar adonde se llevan los ahorros a cambio de beneficios a futuro, por un lado, y por el otro se lleva la promesa de beneficios a cambio de financiamiento. En dependencia de qué ofrezca una mayor ganancia, el depósito del dinero en un banco o la compra de acciones, lo que implica actuar sobre condiciones de incertidumbre, se toma una decisión (esto incluye la búsqueda de gestores, consejeros financieros, etcétera).
Al tema del mercado financiero se le suma la variable inflación, que debe ser tenida en cuenta porque el dinero de hoy valdrá menos mañana (pero esa variable no será utilizada en estas líneas).
Recientemente, ha aparecido un nuevo mercado que, para quienes llevan sus ahorros, representa potencialmente ganancias, de manera similar al mercado financiero. Se trata del mercado de criptoactivos.
Mercado financiero cubano
En Cuba no existe, de manera sistemática, otorgamiento de préstamos para el consumo, ni por parte de entidades bancarias ni comerciales. Por tanto, el préstamo o adelanto no es una variable significativa en el consumo, históricamente, y el ciudadano cubano cuenta con menos mecanismos que los de otras sociedades para poder cubrir su consumo.
Se le suma que el salario mínimo en Cuba es insuficiente. Podría decirse, a grandes rasgos, que los salarios en Cuba por debajo de los 4 000 CUP no alcanzan para vivir con dignidad. Por tanto, el salario estatal tampoco es la variable que abarca todo el consumo. Es así, al menos, en esa mayoría que son los trabajadores estatales.
Sin embargo, alrededor de un millón de trabajadores laboran en el sector privado, existen las remesas, el invento. Además, en un hogar cubano promedio coexisten varias generaciones, lo que explica con mayor complejidad la estructura del consumo, en vez de una relación al estilo puro del ingreso permanente.
Teniendo en cuenta lo anterior, una conclusión parcial es que la parte de los cubanos que no tiene un salario, más invento, más remesa, de manera que sobre, no posee ahorro para decidir dónde es mejor invertirlo. Las mayorías están atrapadas en la supervivencia: el ahorro doméstico es poco.
Pero en Cuba también hay personas con dinero. Una minoría tiene el suficiente para pensar en valorizarlo. Esa minoría pudiera ser la que decida si poner su dinero en el banco (esperando una tasa de interés que les constituya fuente de capitalización, dígase ganancia) o acudir al mercado financiero.
Luego, a pesar de que el banco cubano ofrece un interés, los ciudadanos con dinero no van al banco a guardarlo o, mejor dicho, no van con grandes cantidades de dinero.
Tampoco van a un lugar donde compran acciones (o derechos a beneficios empresariales) para que otros obtengan financiamiento, porque no existe. Esa actividad entre actores privados no está legalizada ni hay una estructura empresarial privada propicia para eso; además de que ese tipo de operaciones de mercado no se realizan entre privados y estatales. Simplemente, no existe un mercado financiero tradicional y formal.
Por otro lado, las pocas personas en Cuba que tienen ahorros suficientes para capitalizarlos (y desean hacerlo) no lo tienen en dinero cubano, sea CUP o MLC. No existe oferta de financiación. Dicho de otro modo, los pocos ricos de Cuba (que son los que pueden ahorrar para gastar en algo más bienes de consumo) tienen sus ahorros en divisas, fuera del país de ser posible (donde los bancos ofrecen intereses), en obras de arte, en otros bienes valorizables como inmuebles, pero nunca en CUP o MLC. Siempre será preferible guardar dinero en una moneda con respaldo y solidez, que en una que no. No merece explicación el hecho de la debilidad y lo poco apreciada que es la moneda cubana.
Así, si bien el ahorro es considerado una fuente clásica para financiar la inversión, para que los ahorros se concreten como tal, estos deben encontrar más atractiva la inversión en la economía local que en una externa, lo que empieza por la moneda en la que toman cuerpo esos ahorros. Por tanto, para que una economía capte los ahorros en forma de inversión, se necesita como condición una moneda fuerte y con credibilidad. Una situación que no es la de la moneda nacional. No hay oferta de financiación.
Por la parte de la demanda, no existe una estructura regular, estable, en la que un grupo de entes económicos, a cambio de financiamiento, otorguen derecho a participar en las utilidades. No hay demanda de financiación.
Sin oferta ni demanda, tampoco hay, de facto, un mercado financiero (con independencia de operaciones aisladas, ilegales y marginales desde el punto de vista estadístico).
Es posible afirmar como otra conclusión parcial que, para el caso cubano, con independencia de si hay inflación o no, solamente con las condiciones de los orígenes y magnitud de los ingresos, y de la credibilidad de la moneda cubana, la relación tradicional que establece la economía entre ahorro e inversión no tiene cómo cumplirse, así como no tiene cómo darse un escenario para mercado financiero; de ahí que la correlación mencionada no implique ninguna causalidad económica de alcance sistémico.
Por tanto, con o sin inflación, el comportamiento y destino de los ahorros es indiferente a la tasa de cambio que ofrece el banco, o al «mercado financiero».
Mercado de criptoactivos
A pesar de que no existe un mercado financiero en Cuba (mercado de financiamiento), sí gana espacio el de criptoactivos.
La volatilidad de este mercado, su incertidumbre, y la ausencia de una cultura acumulada en los ciudadanos cubanos para lidiar con ese escenario, hace que los mayores ahorros sigan prefiriendo tomar las formas mencionadas antes, en lugar del nuevo espacio de los criptoactivos.
Habría que recordar que continúa siendo un espacio mercantil similar al de la bolsa de valores, no apto para la participación directa de cualquier ahorrador. Por tanto, el mercado de criptoactivos cubano no responde a la dinámica convencional de otras regiones: probar fortuna esperando la valorización del dinero propio.
Más bien, ese mercado en Cuba responde a una necesidad y es casi una salida obligatoria: hacer llegar al país remesas y otros ingresos provenientes del exterior. Hoy disponer de criptoactivos es de las pocas opciones para entrar divisas al país por vía digital. Por lo tanto, cubanos o familiares en el exterior compran criptoactivos para después venderlos en MLC en Cuba y recibir el pago en dicha moneda. Se trata entonces, a diferencia de lo normal, de un mercado que surge solo para obtener dinero destinado al consumo de bienes en Cuba. Es un mercado cuya naturaleza de entrada es la reproducción simple de una de las partes, y no una ampliada (capitalización). Hay que recordar que nadie (excepto en negocios de reventa, que no son la mayoría) desea tener miles de dólares en MLC, sino adquirir esta moneda en la medida en que va consumiendo.
Por otro lado, hay personas en Cuba que, a diferencia de quienes lo hacen para ir adquiriendo el MLC del consumo de bienes, solo compran los criptoactivos para venderlos después a mayor precio (la única razón para comprar un criptoactivo es la aspiración de que valga más en el futuro); como hacen los que comprar divisas en cantidades para revenderlas más caras. Esta parte sí busca lucrar. Utiliza la necesidad de hacer llegar MLC a Cuba para comprar criptoactivos y luego obtener más ingresos cuando estos aumenten de precio. Encuentran en la compraventa una fuente de ganancia.
Esa es otra particularidad del mercado cubano de criptoactivos. Mientras en otros escenarios quienes intervienen, tanto para comprar como para vender, esperan aumentar sus ingresos; en el caso cubano se trata de una parte que busca satisfacer una necesidad sin obtener ganancia, mientras otra, sí.
Más que un mercado de criptoactivos, se trata de una usura con criptoactivos.
Es cierto que este mercado representa una solución inmediata, pero su precio estructural es la creación de una burbuja; por lo que no es una solución sistémica, no es viable para las mayorías y durará mientras dure la burbuja.
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