Un tecnicismo podría haber desatado una tormenta mediática sobre el ministro de Salud de Cuba… pero no la desató. Días atrás, en una reunión con periodistas oficiales el titular afirmó que la situación “higiénico/sanitaria” en el país es “favorable”, como si los latones de basura desbordados y los ríos de aguas pestilentes hubiesen desaparecido a golpe de varita mágica de todas las ciudades y poblados.
En realidad el político solo se refería a la baja presencia de brotes de dengue, cólera y otras enfermedades en las estadísticas “sanitarias” de su institución. Poniendo el vaso medio lleno pretendió, al parecer, opacar la otra parte del recipiente: esa falta de higiene que proyecta riesgos y preocupaciones en la vida diaria de miles de sus conciudadanos.
“No tengo conocimiento de la situación en otras provincias, pero en La Habana es pésima. Los montones o “montañas” de basura se multiplican por las esquinas en todos los barrios (…) con la consecuente pestilencia y la proliferación de todo tipo de vectores (ratones, cucarachas, moscas, etc.). Esta situación, tarde o temprano, puede tener consecuencias graves en la salud de la población”, advirtió una usuaria nombrada como “Cubana” en el foro de comentarios de la web que publicó la información.
“Si yo fuera Raúl Castro y compruebo que el ministro de Salud Pública de verdad dijo esto, lo destituyo en el acto”, comentó el reconocido periodista y bloguero Francisco Rodríguez Cruz (Paquito, el de Cuba) en su muro de Facebook.
Los comentarios expresados online conectaron con el pensamiento de Katia, joven vendedora en un céntrico reparto de la capital del país, que vive a pocos metros de un “microvertedero”, como se suele llamar a los rampantes basureros que engordan con las demoras de los vehículos colectores. “¡Que venga y me diga que esto es una situación higiénica favorable!”, remarcó asombrada cuando le comentamos el criterio del dirigente.
Ella no lo había leído, ni siquiera escuchado en la radio o la televisión. La noticia y el debate circularon por las redes y allí quedaron: en ese otro mundo paralelo que todavía se desenvuelve muy alejado de la cotidianidad de los residentes en este país.
Las redes sociales: el gran corrector
“En otro contexto algo así no queda como si nada hubiese sido dicho”, cree Javier, estudiante universitario, muy entusiasmado por la instantaneidad de las redes sociales. Según él, un comentario tan polémico generaría rápido debate y hasta una posible rectificación, si el escenario del país fuera el de una opinión pública democratizada por internet.
“Habría que ver si los políticos no se cuidan más de hacernos creer que todo está bien”, cuestiona Javier, esperanzado en que la regulación sobre las autoridades salga fortalecida con la anunciada informatización de la sociedad cubana.
Como recuerda el intelectual de izquierda Ignacio Ramonet, las redes se han convertido en “el gran corrector”. “Si un medio dice una enorme mentira, las redes lo van a corregir y van a difundir el error”, asegura.
Expuestos a semejante presión en Cuba, seguramente los funcionarios públicos podrían aprender a respetar más la inteligencia de sus compatriotas, y quizás modifiquen sus actitudes también los medios de comunicación y sus periodistas, todos bajo control estatal.
En un acto demasiado cómplice, ninguno de los reportes escritos después del encuentro con el ministro incluyó contrastes de la aseveración del oficial, a pesar de que camino a sus casas los redactores de esas notas pudieron percibir los mismos hedores de la basura acumulada y debieron saltar charcos de agua provocados por los salideros sin arreglar.
El modelo de gobierno en Cuba sitúa en concejales electos a nivel de barrio la responsabilidad de tramitar las insatisfacciones y quejas de los vecinos ante las dependencias encargadas de resolverlo. Muchos de esos delegados lo hacen sin descanso, pero casi siempre retornan a las reuniones periódicas de rendición de cuentas con las manos vacías. Por eso, para cientos de cubanos, el modelo no funciona.
La posibilidad de dirigirse horizontalmente y pedirle cuentas a los altos dirigentes (a quienes, excepto en alguna ocasión simbólica, casi nunca se les ha visto en las reuniones de los barrios) es otra de las esperanzas que abre un aumento de la penetración digital.
El tiempo dirá si la conexión se convierte en una herramienta de gobierno o no, pero el simple empoderamiento del ciudadano, con su opinión difundida en teórica igualdad de condiciones, es la semilla para obligar a una “buena gobernanza”. Por esta vez el ministro tecnicista se salvó. En el futuro tocará ver.
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Lidia