La cantante y compositora estadounidense Norah Jones dijo sentirse muy emocionada al anunciar que celebrará dos conciertos en Cuba en febrero de 2024. La cancillería cubana compartió de forma inmediata la emoción de la cantante.
No es para menos. Norah Jones no es una desconocida. Tiene en su haber alrededor de nueve Grammy y más de 50 millones de copias vendidas. Billboard la ha considerado dentro de los diez mejores jazzistas de la década del 2000 y dentro de los 60 mejores músicos del mundo en igual período. Norah Jones es una artista de talla mundial, cuya presencia en Cuba moverá cientos de reflectores hacia La Habana. El régimen cubano tiene una gran capacidad para utilizar esos reflectores en función de ofrecer al mundo la imagen de un país que solo existe en el noticiero de televisión.
Siendo así, la alegría de la cancillería no es infundada.
Aunque el Partido Comunista pueda utilizar el viaje de Norah Jones para hacer propaganda, es importante reconocer que la cantante tiene pleno derecho a visitar el país, y quienes deseen y puedan hacerlo también tienen el derecho de disfrutarla. Sin embargo, al mismo tiempo, es válido señalar que los cubanos que critican a la artista no necesariamente la odian ni tienen menos derecho de señalar los riesgos asociados con su visita.
Norah Jones no va a La Habana solamente a ofrecer un par de conciertos. Existe un plan de actividades diseñado que incluye, por ejemplo, la impartición de clases a estudiantes del Instituto Superior de Arte (ISA). Norah no puede entrar al ISA (y menos a dar una clase) sin la autorización del Gobierno cubano. ¿Alguien duda de que el régimen de la isla utilizará la oportunidad para mostrar al mundo la calidad de la educación artística y el esfuerzo que hacen para mantener las escuelas a pesar del «bloqueo» que Norah Jones ha decidido romper?
Es posible que nadie lo dude.
¿El mensaje que pueda construir la propaganda sobre la visita de Norah Jones es una justificación para oponerse a su visita? No. Ni Norah Jones ni nadie debería inhibirse de visitar y compartir con estudiantes de alguna escuela en Cuba. Pero hay una responsabilidad de Norah Jones en evitar que la visita se utilice para exportar y amplificar la imagen de un país que no existe. El país que visitará Norah no es el que le mostrarán las autoridades. El país que Norah visitará es uno en el que la educación cada vez recibe menos recursos, en el que las paredes de las escuelas le caen en la cabeza a los niños y en el que las madres no saben qué le van a dar de comer a sus hijos para enviarlos a estudiar.
Sobre todos los argumentos, Cuba es un país gobernado por una burocracia que no entiende de disidencia. Una burocracia que expulsó a la profesora Anamely Ramos del instituto en el que Norah Jones dará una clase. Una profesora a quien, además, hoy se le niega el derecho de regresar al país en el que nació y al que Norah dice estar expectante de visitar.
Norah no tiene que inhibirse de visitar el ISA, pero tampoco está de más que sepa que el poder gubernamental que se muestra emocionado por su visita sancionó y después expulsó del ISA a Abel Lezcay, un estudiante de música que el 11 de julio de 2021 salió a la calle a ejercer el derecho que la cantante defiende en algunos de sus temas más emblemáticos, el derecho a la protesta. No está de más que sepa que el poder mantiene en una cárcel a artistas contestatarios como Luis Manuel Otero y Maykel Castillo (también ganador de un Grammy, como ella).
Norah Jones no tiene que inhibirse de visitar Cuba o el ISA por el riesgo de que la propaganda use su visita en función de los intereses del Partido Comunista. Pero Norah Jones sí debería tener la responsabilidad suficiente —si le interesa— para evitar que su imagen y sus actos se utilicen en funciones propagandísticas.
¿Cómo Norah podría evitar el uso político de su imagen? La respuesta no es sencilla. Quizá la solución más simple es la que han ofrecido muchos cubanos en las redes sociales, no viajar a Cuba, no someterse a la influencia de un aparato que no puede controlar. La otra pasa por informarse y evitar las interacciones y la exposición a un aparato de propaganda que exprimirá hasta el cansancio la presencia en Cuba de un artista de talla mundial.
De ahí la importancia de hacerle saber a Norah sobre la situación real que existe en Cuba. De ahí la importancia de lo que cientos de cubanos han decidido comunicar a través de las redes sociales ¿De qué otra forma podría Norah tomar una decisión informada?
No obstante, en medio del debate en torno a la visita de Norah Jones, hay un argumento que se ha utilizado para defender el derecho de la cantante a visitar la isla y que trata de despolitizar la discusión. El argumento asegura que Norah Jones viene a intercambiar con el pueblo cubano, a cantarle a la gente que ama su música.
Norah Jones puede decir lo que desee y los cubanos que apoyan su viaje también. Pero es evidente que Norah Jones no va a Cuba a intercambiar con el público cubano. Norah no va a Cuba a ofrecer un concierto público como lo hicieron Air Supply o The Rolling Stone. Norah va a Cuba a ofrecer dos conciertos que, de acuerdo con el sitio web creado para la promoción del viaje, serán «privados» y tendrán lugar en un teatro pequeño.
Dos conciertos que forman parte de un paquete turístico diseñado para el público norteamericano de clase media. Un paquete turístico que nada tiene que ver con las capacidades de pago del cubano promedio alto. Norah no va simplemente a abrazar a los cubanos que les gusta su música, Norah va a Cuba para arrastrar consigo a los norteamericanos que quieran pagar un paquete de cuatro días en un hotel de lujo (Grand Aston) y que incluye la entrada a sus dos conciertos.
No se ha dicho si se venderán entradas al público cubano para los conciertos de Norah en el Teatro Martí. Pero lo cierto es que hasta hoy solo existe el indicio de que quienes tendrán entradas aseguradas son quienes puedan pagar el paquete turístico que asciende a cifras de entre 3 500 y 8 600 USD.
De cualquier forma, espero que se vendan entradas al público cubano ávido de escuchar a Norah. Sin embargo, es muy probable que las entradas sean muy limitadas. El número de capacidades dependerá de los asientos del Martí que queden libres luego de haberse cerrado el período de venta de los paquetes turísticos. Un número que no debe ser elevado, en tanto el aforo del teatro no supera las 750 personas.
Norah va a Cuba a hacer dinero para ella y para quienes gestionan y se benefician de su viaje. El tema aquí no es cultural, es monetario y de beneficio político.
Reconozco y respeto el derecho de Norah Jones a ir al lugar que le plazca a cantar lo que entienda. Conozco su música y sé que es sensible a temas de derechos políticos y sociales. El estribillo de «Flipside» dice: «No soporto cuando me dices que retroceda / Si todos somos libres, ¿por qué parece que / no podemos simplemente serlo?».
Los versos resumen el sentimiento de muchos cubanos que hoy se ven obligados a recordarle a Norah que en el lugar al que ha decidido ir la gente tampoco puede, «simplemente», ser libre.
ELTOQUE ES UN ESPACIO DE CREACIÓN ABIERTO A DIFERENTES PUNTOS DE VISTA. ESTE MATERIAL RESPONDE A LA OPINIÓN DE SU AUTOR, LA CUAL NO NECESARIAMENTE REFLEJA LA POSTURA EDITORIAL DEL MEDIO.
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