Veinte libras de arroz por tres tabletas de azitromicina. Arlex Gallardo no dudó en dar toda la «cuota del mes» por un tratamiento para su abuela, doliente de una infección respiratoria provocada por la COVID-19.
«Por Internet vi un muchacho que cambiaba las pastillas por arroz y estos antibióticos están a 1 500 CUP. Entonces, con la libra de arroz a 50 CUP, eran veinte en total», cuenta Arlex.
Para completar el cambio algunos vecinos le regalaron unas libras del cereal.
«Para un cubano no tener arroz en la comida diaria es un problema; pero ese mes en mi casa comimos espaguetis», dice Arlex. «Mi abuela tenía reforzamiento en los pulmones —causado por la neumonía bacteriana— y la azitromicina la salvó. Cuando uno tiene a un ser querido enfermo hace cualquier cosa por curarlo».
Arlex reconoce que este antibiótico en el mercado informal está caro pero, como ella, muchos no escatiman cuando algún familiar la necesita.
En 24 horas el grupo de Telegram La Farmacia recibió sesenta y nueve mensajes de personas desesperadas que pedían, buscaban, preguntaban por azitromicina. Ángela Carmen Estévez envió uno de esos mensajes. «Necesito azitromicina urgente. La pago hasta en CUP, en MLC», escribió.
Su padre de 68 años tuvo una neumonía post-COVID-19 y el médico le indicó el tratamiento con este antibiótico. Le dio la receta pero ella no pudo encontrar la medicina en ninguna farmacia. La halló en Telegram.
«Un muchacho me respondió por privado que tenía unas, traídas de Rusia», cuenta Ángela. «Me envió una foto del blíster y me dijo que cada pastilla la tenía en 1 000 CUP. Le mandé la foto a una amiga que me confirmó que era azitromicina —estaba escrito en ruso—. Le dije que sí, que las compraría.
»Me parecieron caras, fueron 3 000 pesos en total; pero la salud de mi papá no tiene precio», dice. «Y menos mal que pude comprar las pastillas… Mucha gente no puede».
Miembros de varios grupos de compraventa de medicamentos en Telegram, Facebook y WhatsApp solicitan azitromicina: la pagan «al precio que sea»; la cambian por otros medicamentos, ropa, zapatos, productos de aseo, comida, o cualquier cosa que acepte el vendedor. Quien tenga la azitromicina manda; y no siempre gana el más necesitado, sino el mejor postor.
Uso y abuso de la azitromicina
La azitromicina se ha vuelto uno de los medicamentos más demandados por la población en tiempos de COVID-19, ¡pero no sirve para tratar la COVID-19!
El doctor Moisés Santos Peña, especialista en Segundo Grado en Medicina Interna e Intensiva del Hospital Gustavo Aldereguía de Cienfuegos, aclaró en un programa de televisión que la COVID-19, como la enfermedad viral que es, no se trata con antibióticos. «Este tipo de fármacos son para los padecimientos bacterianos. Indicaciones precisas sí tienen, cuando los pacientes se infectan secundariamente y lo vemos más en el post-COVID-19 que en el paciente con COVID-19. La azitromicina tiene especificaciones en el protocolo y solo los especialistas pueden indicarla».
El Protocolo Nacional aclara que los antimicrobianos como la azitromicina se utilizan para casos de neumonía, y explica que no es un tratamiento para el virus sino para una enfermedad bacteriana asociada.
La doctora habanera Anabel Oduardo también es categórica al tratar el tema: «los virus no se curan con antibióticos. Si hay una infección o reinfección bacteriana concomitante, entonces se indican los antibióticos para atacar esas bacterias (no al virus)».
En sus redes sociales la doctora Oduardo comparte información científica sobre los mitos asociados a este medicamento en la cura de la COVID-19. No se cansa de explicarles a familiares, amigos y pacientes que la azitromicina no cura ni previene el contagio por el SARS-CoV-2.
«La azitromicina no es un té ni agua con azúcar. Es un antimicrobiano de amplio espectro, perteneciente al grupo de los macrólidos que, incluso, puede ocasionar reacciones adversas. Es un bactericida fuerte y lo peor es que, con la resistencia antimicrobiana que están buscando con su uso indiscriminado, cuando realmente lo necesiten ni un antibiótico de décima generación los va a curar», advierte Oduardo.
A pesar de las alertas en cuanto al uso indiscriminado de este y otros antibióticos como la ceftriaxona (Rocephin), la doctora cuenta que todavía hay médicos que complacen a los pacientes y les indican usar alguno de estos «por si acaso».
«Son mil anuncios al día en redes sociales de “busco azitromicina, Rocephin y hasta cefotaxima. De muchas de esas solicitudes dudo que estén médicamente justificadas», dice. «En la conferencia del Minsap cada mañana deberían repetir una y otra vez que este fármaco no previene ni cura la COVID-19 per se».
Por eso Merlyn Casalis, antes de regalar las azitromicinas que le quedaban, alertó que las daría solo a quienes realmente, según criterio clínico, las necesitaran.
«Soy médica, al igual que mi esposo, que cumple misión internacionalista en Angola y fue quien me trajo las pastillas que doné a algunas personas», cuenta. «Sé que tienen un alto precio en el mercado negro y que mucha gente las necesita, pero algunos las usan indiscriminadamente».
La doctora Casalis no logró responder a todas las personas que le escribieron en el grupo de Facebook para quedarse con las azitromicinas. Donó las que tenía, pero no pudo ayudar a otras personas que también las necesitaban.
El «remedio» podría ser peor que la enfermedad
La orientación evolutiva, opciones terapéuticas y COVID-19, de la Organización Mundial para la Salud (OMS) confirma que existe muy poca evidencia sobre los beneficios del uso de la azitromicina en la reducción de la mortalidad, el tiempo de estadía hospitalaria o la reducción de los síntomas.
El estudio «Azitromicina frente a la atención estándar en pacientes con COVID-19 de leve a moderada: un ensayo abierto y aleatorio», publicado en julio de 2021 por la revista científica The Lancet concluye que este antibiótico «no reduce los ingresos hospitalarios, la insuficiencia respiratoria o la muerte en comparación con la atención estándar, y no debe utilizarse en el tratamiento de la COVID-19».
Alarmado por el aumento en la búsqueda de este fármaco «bajo la creencia de que ofrece beneficios en el tratamiento de la COVID-19 o previene complicaciones», el virólogo cubano Amílcar Pérez Riverol explicó que este mito «se origina en un grupo limitado de estudios que demostraron su actividad antiviral contra otros virus de ARN (como el SARS-CoV-2) e inmunomoduladora. Además, reduce el agravamiento de enfermedades de las vías respiratorias.
»Uno de los estudios pioneros en el uso de azitromicina combinada con hidroxicloroquina (HCQ) fue dirigido por el famoso virólogo francés Didier Raoult. Este estudio ha sido muy criticado. De hecho, el Dr. Raoult es investigado por algunos de sus trabajos con pacientes de COVID-19», explicó Pérez Riverol.
El virólogo resaltó que varios ensayos clínicos publicados en las revistas biomédicas más importantes del mundo han demostrado que el uso de este antibiótico no se justifica en pacientes con COVID-19 lo mismo para casos leves, moderados o graves, si no existe confirmación previa de neumonía bacteriana.
Para demostrar su afirmación, Pérez Riverol menciona los resultados de los ensayos clínicos Coalition I y Coalition II, conducidos por investigadores y médicos brasileños; y Recovery, Principle y Atomic2, realizados en el Reino Unido.
Pérez Riverol esclareció que la azitromicina no mejora las condiciones de los pacientes con COVID-19 severo; no previene la evolución a un caso grave; no disminuye la duración de internamiento, la presencia de síntomas ni el riesgo de muerte; tampoco beneficia a los pacientes con comorbilidades.
«El uso abusivo durante la pandemia ha aumentado significativamente la incidencia de resistencia bacteriana en Reino Unido (…)», dijo el virólogo. «Toda esa azitromicina que está siendo desperdiciada en automedicaciones, y falso uso preventivo por pacientes positivos a COVID-19, es azitromicina que no va a quienes realmente la necesitan en Cuba y puede causar un gravísimo problema de resistencia bacteriana», concluyó.
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