La Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos registró, entre el primero de octubre de 2021 y el 30 de junio de 2022, alrededor de 157 339 cruces de cubanos; una cifra significativamente superior a la contabilizada durante el éxodo del Mariel, cuando 125 mil cubanos arribaron a ese país en un lapso de siete meses.
Cubanos de todas las edades han encontrado en la migración la única salida al calvario en que se ha convertido el archipiélago. Quienes realizan la travesía parten rumbo a una promesa; prefieren lo desconocido a la certeza que les brinda el Gobierno cubano.
El contexto de expulsión de población en términos migratorios en Cuba ha sido sostenido desde la década de los cincuenta del pasado siglo. En 1956 se registró el mayor número de salidas en los períodos de la colonia y la República, con la llegada a EE. UU., destino histórico de los flujos migratorios provenientes del archipiélago, de 14 953 cubanos. Desde el primero de enero de 1959, ese indicador se ha superado en 30 ocasiones.
El récord se estableció tras la eliminación del requisito de visado entre Cuba y Nicaragua el 22 de noviembre de 2021. Desde entonces, existe una avalancha migratoria que emplea el corredor centroamericano como principal canal de los flujos, aunque no es el único destino ni la ruta exclusiva.
Cuatro meses antes de la «apertura» de Nicaragua, ocurrió el estallido social del 11 de julio de 2021, un acontecimiento que marcó la historia contemporánea de Cuba por ser las protestas populares de mayores proporciones registradas desde la llegada al poder de Fidel Castro en 1959.
¿POR QUÉ EMIGRAN LOS CUBANOS?
Los estudios sobre migración reconocen el carácter multicausal del fenómeno; aun así, el análisis sobre temas migratorios se ha polarizado en dos grandes dimensiones: la económica y la política. Esto tiene clara expresión en el caso cubano.
Al analizar la migración cubana, las investigaciones suelen posicionarse de un lado u otro de las fronteras tanto geográficas como discursivas, y predomina el enfoque o sesgo ideológico. Los investigadores suelen atribuir el mayor peso en la decisión migratoria a aspectos económicos, la búsqueda de una mejora en las condiciones de vida y la reunificación familiar.
Dentro de Cuba, la mayor justificación que emplean sobre la depauperación del contexto cubano recae en el embargo estadounidense. Sin embargo, se hace poca alusión al impacto de las políticas económicas ineficientes implementadas al interior del país en las últimas décadas, las cuales tienen tanto peso o más que las leyes internacionales que coartan las relaciones comerciales. Por ejemplo, la inoportuna decisión del Gobierno cubano de desarrollar un ordenamiento económico e impulsar la dolarización del país.
Los todavía insuficientes estudios que se desarrollan en el exterior sobre el caso cubano atribuyen en su mayoría el peso principal a elementos políticos y aluden al control desmesurado del régimen sobre la vida de los ciudadanos.
A esta visión se suma otro conjunto de aspectos como la libertad de expresión o económica, así como las leyes más recientes que limitan la libertad de pensamiento y asociación (entre las que se encuentran el Decreto Ley 35 y eñ Decreto Ley 370).
Además, pese a que en 1980 Estados Unidos contrajo el compromiso de otorgar 20 mil visas anuales en concepto de reunificación familiar, dicho acuerdo migratorio ha sido incumplido y pausado en varias ocasiones durante las últimas cuatro décadas. A ello se suma el cierre de la embajada estadounidense en La Habana entre 2017 y 2022, lo cual ha dificultado la tramitación de visados que ahora tienen que realizarse en terceros países.
De ahí que las presiones económicas y sociales sean estresores de carácter político, pues emergen de un sistema autoritario que no solo rige a escala nacional y local, sino que también busca influir en el actuar y pensamiento de los individuos, incluso de quienes han emigrado.
Finalmente, hay otras agravantes en la toma de decisión migratoria, como son el acceso a los bienes y servicios básicos, cada vez más limitados, en un sistema económico que no se sostiene ni se logra desarrollar debido a la gestión ineficiente de sus recursos internos y la infraestructura obsoleta, por solo mencionar algunos aspectos.
Desde noviembre de 2021 hasta la actualidad, los datos de expulsiones de población desde Cuba son explícitos. Si se analizan las estadísticas de solicitudes de refugio en México se observa que, al cierre de mayo, los cubanos eran la segunda nacionalidad de mayor recurrencia en los trámites de protección internacional.
Sin embargo, para la mayoría de los cubanos México es visto como un país de tránsito, pues el principal destino es Estados Unidos, debido a que allí se encuentra la mayor comunidad de cubanos que residen en el exterior.
Según registros de la Oficina de Aduana y Protección Fronteriza del país norteamericano, desde que abrió la frontera aérea en Cuba se confirma un crecimiento del flujo migratorio sostenido proveniente de la isla.
Las estadísticas superan los encuentros con migrantes de otras nacionalidades, como los provenientes de Centroamérica o Haití; países que, con respecto a Cuba, gozan de una mayor visibilidad en los debates internacionales sobre expulsiones aun cuando sus poblaciones son similares y sus reportes de solicitud de asilo están por debajo de los indicadores del archipiélago ¿Casualidad o complicidad?
Lo que ocurre con la migración cubana, la cual muestra cifras alarmantes, es que no es lo suficientemente visibilizada por la academia desde un enfoque crítico o menos simplista, pues aún es señalada principalmente por la sociedad civil cubana y los investigadores que forman parte de la diáspora.
Además, Cuba constituye todavía un paradigma «emancipatorio» dentro de la región y muchos activistas, movimientos, políticos y académicos que se dicen de izquierda prefieren voltear el rostro antes de mostrar una visión crítica e imparcial del contexto cubano.
Peso de las políticas gubernamentales en la toma de decisión migratoria
En el caso de la movilidad internacional, las políticas migratorias y el contexto histórico y social influyen en los flujos, tanto en el total de personas que emigran como en aquellas que permanecen en su lugar de origen pero aspiran en algún momento a vivir en otro país. Esto se debe a que, aunque una persona no migre, si recibe una influencia que estimula las ganas de hacerlo, buscará alternativas que se lo permitan a corto, mediano o largo plazos.
En este sentido, desde inicios de la década de los sesenta en Estados Unidos comenzaron a adoptarse políticas de discriminación positiva para el caso de los cubanos, las cuales facilitaban el acceso a protección internacional en términos de asilo político. Sobresalen la política de «Pies secos, pies mojados», vigente entre 1995 y 2017, y la «Ley de Ajuste Cubano» implementada en 1966 y aún en vigor.
A ello se suma que el 11 de octubre de 2012 se dictaminó en Cuba el Decreto Ley 302, tras la aprobación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, el cual permitió modificar la política migratoria cubana aprobada en 1976. La Ley de Migración ―Ley 1 312― establecía en el artículo 1 que los ciudadanos cubanos debían solicitar al Ministerio del Interior un permiso de entrada o de salida del territorio nacional, para lo cual se requería una carta de invitación, y junto a otras limitaciones para la salida temporal en el caso de los menores de edad.
No obstante, dos cláusulas de vital importancia en la ley migratoria cubana vigente son el artículo 9, inciso 2, el cual establece que, tras una estancia ininterrumpida de 24 meses en el exterior, un ciudadano cubano es considerado emigrado y pierde el derecho a su residencia en Cuba, y; el artículo 25, inciso h, el cual, dada su ambivalencia, le da la potestad a las «autoridades facultadas» de decidir por «otras razones de interés público»[1] si un ciudadano puede abandonar o regresar al territorio nacional.
En sentido inverso, Cuba no es un país afable ni dispuesto a recibir ciudadanos de otros países que tengan la intención de residir permanentemente en el territorio nacional. Son muy pocos los casos aceptados, los cuales deben estar muy justificados; entre ellos, la unión matrimonial, diplomáticos, inversores u otros agentes de interés para el Gobierno.
Estos elementos son algunos atisbos de cómo se instrumentaliza la migración para fines e intereses políticos y cómo el Gobierno cubano emplea dicha ley para violentar los derechos de quienes le pudieran resultar incómodos, sea expulsándolos a un exilio forzado o reteniéndolos en un país que se convierte en cárcel.
Migran los que pueden, no todos los que quieren
¿Por qué pensar en la migración cubana como un caso de importancia y relevante en los estudios y análisis migratorios? Los contextos de Haití, Centroamérica y Venezuela son reconocidos como de expulsión, en los cuales las personas no tienen la capacidad ni la oportunidad de reproducir sus vidas dignamente y se encuentran expuestos a disímiles riesgos que ponen en peligro sus vidas. No obstante, ese debate aún no llega al caso de Cuba.
Pero si nos centramos simplemente en los números, no solo es de importancia el total de personas que logran salir del país, sino también el potencial migratorio, entendido como aquellas personas que no pueden irse aunque quieren; en ese indicador —hasta el momento empírico— recae el peso del análisis.
De Cuba salen, por lo general, quienes tienen la capacidad económica para costear el viaje. Existe una multiplicidad de filtros que impiden que cualquier individuo pueda salir del país.
La primera barrera es la obtención de los papeles, entiéndase visa y pasaporte, los cuales tienen un alto costo para un ciudadano promedio, comparado con su salario. Además, después de la eliminación de la política «Pies secos Pies mojados», ha disminuido (aunque no cesado) el cruce por el estrecho de la Florida en embarcaciones rústicas dada la alta probabilidad de repatriación. Recientemente, la agencia Prensa Latina divulgó que, en el presente año, el Servicio de Guardacostas de Estados Unidos ha realizado 50 operaciones de retorno asistido hacia Cuba por vía marítima en los cuales han sido devueltos 2 390 balseros.
A ello se suman los altos costos económicos y no pecuniarios que conlleva el cruce terrestre por el corredor centroamericano, los peligros del tránsito ante la presencia de grupos del crimen organizado, las políticas fronterizas restrictivas y otros males que enfrentan todos los migrantes sin diferenciar su nacionalidad.
Pero al final del día, la porción del pueblo que cuenta con menos recursos, la que más sufre la crisis, la que no tiene redes migratorias o familiares en el extranjero, la que no recibe remesas, la que está a merced del sistema, la que salió a marchar agobiada por tanto hastío, sigue atrapada en lo que Virgilio Piñera definió como «la maldita circunstancia del agua por todas partes».
Los flujos migratorios provenientes de Cuba no son otra cosa que un grito de auxilio. Las rutas migratorias buscan, más que conquistar un nuevo mundo, huir de un calvario de incertidumbre y de la represión psicológica de un sistema que se aferra a vivir a costa de un pueblo desalentado.
Historias al oído trae los mejores textos de elTOQUE narrados en la voz del locutor cubano Luis Miguel Cruz "El Lucho". Dirigido especialmente a nuestra comunidad de usuarios con discapacidad visual y a todas las personas que disfrutan de la narración.
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Carlos Manuel
Gerardo Saez León