Después de haber trabajado varios años en una escuela primaria, a Raciel López Niebla lo ubicaron como “incentivo a su labor” en la Casa de Cultura de la ciudad. Lo que parecía un mejor puesto para desarrollar su carrera se convirtió en una pesadilla para el joven instructor de arte. El salario bajó abruptamente a solo 280 pesos y encontró trabas burocráticas que le troncharon las ganas de seguir trabajando para el Estado.
“Trabajaba demasiado, el triple de la escuela. Imagínate que dirigía a todos los instructores del municipio. Cuando llegaba la hora del cobro me deprimía. Eso hasta me da pena contarlo. Mi familia tenía que mantenerme”.
“Los instructores no tenemos apoyo para confeccionar los vestuarios ni nada. Para lograr una buen espectáculo hay que tener recursos, eso si de verdad quieres que quede bueno. Tenía que hacer la escenografía de cartón. Enseguida que obtuve un premio nacional con mi primera obra, la gente empezó a conocerme aquí, y fundé mi compañía de niños aficionados a la danza”.
Cuando Raciel presenció un espectáculo de Lizt Alfonso en La Habana, se percató de que podría seguir ese modelo de negocio y pensar en grande desde una provincia que hasta ese momento no contaba con un establecimiento cultural bajo gestión no estatal.
Solicitó, entonces, la patente de profesor de música y todas las artes y creó la única academia particular de danza que existe hoy en Santa Clara.
Poco a poco se ha convertido en un sitio alternativo para muchos aficionados que no logran matricular en las escuelas, o que quieren prepararse para las pruebas de ingreso a estas instituciones estatales.
“Pasé frente a esta casa y supe que era el lugar perfecto para alquilar. Mi objetivo es formar a niños y jóvenes y garantizar también el relevo de mi compañía con los mejores. Tengo a más de 200 alumnos desde los 4 años hasta los 16. Los padres pagan 50 pesos mensuales, un precio menor que lo que se cobra en la capital. Yo los paso de nivel como en cualquier escuela”.
La academia de Raciel ha empleado, además, a muchos especialistas de danza, música, plástica y hasta de modelaje, maquillaje y sicología, quienes perciben allí un pago justo por sus clases dos veces a la semana.
“Comparado con una escuela es un salario alto. Llega hasta 500 pesos y no tienes que trabajar a diario, ni desde la mañana hasta la tarde. Son solo unas horas de clase. Además, yo aquí les pongo todas las condiciones y confecciono el vestuario y los accesorios. Claro, el dinero que gano se va muchas veces en el alquiler del local, en los salarios, y en el pago de los impuestos. El piso de esta casa, por ejemplo, ya se está deteriorando por el taconeo del baile español. Tengo que pensar en mudarme”.
“No es lo mismo ser bailarín que profesor de danza. Yo dirijo aquí, pero me gusta enseñar también. No es que esté sentado detrás de este buró todo el tiempo”.
Aunque la compañía de este muchacho resulta muy demandada para las actividades estatales de la provincia, pocas veces ha recibido dinero por sus presentaciones. Lo hace casi siempre gratis y cuando lo han contratado, ha quedado el financiamiento en el aire, vaya usted a saber por qué.
“Se dieron cuenta de que tenían que acudir a los cuentapropistas para insertarlos en las actividades, porque no pueden contar con lo que tienen. Muchos instructores se han ido. Quisiera que un día me contrataran y me pagaran por los servicios prestados, porque cada vez que se monta un espectáculo es mucho el presupuesto que se va. Una academia lleva un montón de dinero y no podemos estar regalando trabajo todo el tiempo”.
Mientras marca el ritmo con palmadas e indica las poses en sus estudiantes, Raciel asegura que está aprovechando el momento y visualiza cambios mayores. “Mi sueño es tener mi propio palacio del arte aquí, como lo tienen Lizt Alfonso o Tony Menéndez. Es un camino largo y difícil, pero parece que hasta ahora voy bien”.
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