En las últimas décadas la sociedad cubana ha mutado. Ese cambio impacta al mundo de las representaciones que sobre ella se producen. Diversidad, transnacionalidad y desigualdad aparecen cada vez más, entre otros factores, como rasgos visibles de la estructura social cubana; así como de su superestructura intelectual. De ahí que en el mundo del pensamiento y en el campo de las ciencias sociales coexistan hoy los viejos dogmas e inercias del modelo soviético y nuevas perspectivas a tono con la circulación doméstica de teorías, métodos y debates globales. La supuesta «excepcionalidad cubana» sobrevive, en el ámbito regional latinoamericano, solo en la naturaleza del orden político (autocrático) vigente.
Este orden es el marco epistémico y político del dosier «Desafíos del consenso», publicado por la revista Alma Mater a raíz de las protestas del 11J. Los límites, naturaleza y horizontes de la mayoría de las opiniones allí compartidas remiten —en su diversidad disciplinar y cívica— a la narrativa del «proyecto social», central al discurso oficial vigente. Desde este relato, el Estado subordina e invisibiliza, en el plano práctico y simbólico, la agencia de los sujetos sociales. En particular de quienes emergen, con reivindicaciones que cuestionan el monopolio autoritario del poder y el saber. Una tensión entre disciplinamiento y herejía que se asoma, a ratos, en el propio dosier de la revista habanera.
A partir de estos presupuestos, elTOQUE Jurídico, en colaboración con Gobierno y Análisis Político AC e HILOS. Tejiendo diálogos y escuchas sobre Cuba, presenta el dosier «Desafiando el “consenso”» en el cual un grupo de intelectuales cubanos pasa balance de las ideas expuestas en la serie de entregas de Alma Mater. Creemos que la réplica respetuosa es tan fértil como imprescindible para la salud del periodismo y las ciencias sociales en cualquier país. La deconstrucción deviene ejercicio intelectual válido si deseamos debatir sobre acuerdos, derechos y libertades. Aquí y ahora, diversas voces del archipiélago y su diáspora, cuestionan la idea misma de un consenso preestablecido para pensar la actualidad cubana. Bajo la perspectiva de que la pluralidad de ideas, la autonomía investigativa y la revisión crítica e informada de la realidad social aparecen como los únicos consensos posibles para dar cuenta de una nación crecientemente diversa y cambiante.
REFLEXIONES SOBRE DERECHO Y POLÍTICA EN CUBA
Para que las leyes sean a cabalidad garantías jurídicas en Cuba deben responder, al menos, a una lógica que identifique a los derechos como limitantes del poder, contra la arbitrariedad y el descontrol de las actividades del Estado.
Reinaldo Escobar presenta un texto en el cual no pretende responder o cuestionar los argumentos esgrimidos en la revista «Alma Mater» sobre el rol de la prensa cubana en los sucesos del 11J, sino anotar aquello que no fue mencionado, glosar las ausencias.
LA SOCIOLOGÍA CUBANA ANTE EL DISENSO
El 11J desafía a la sociología cubana como expresión del disenso, y obliga a romper con una práctica intelectual que ha servido como aparato de legitimación de un poder hegemónico y autoritario.
«Una gran cantidad de cubanos y cubanas creímos en una vida buena que parecía posible algún día; hoy ha quedado en larva. Todos los proyectos implementados fracasaron» y los que de manera obstinada se implementan se hallan privados de horizonte.
PSICOLOGÍA Y DISIDENCIA: A PROPÓSITO DEL 11J
La psicología cubana debe pasar del diagnóstico de la realidad social a intervenciones efectivas, a prácticas de transformación auténticas que posibiliten el civismo, la democracia, el respeto a las libertades y derechos individuales.
IDEAS PARA EL DEBATE SOBRE ECONOMÍA EN CUBA
Uno de los mayores errores del sistema (socialista) económico cubano es identificarlo como un fin y no como un medio al servicio de la persona humana. Jorge I. Guillén comenta este y otros aspectos en el siguiente texto.
LA POLÍTICA (CULTURAL) DE LA VERDAD (RELATIVA)
Una política cultural que se basa en el juego conveniente con determinados imperativos morales acaba por fallar. La razón es que no se trata de una política, sino de un sistema intimidatorio de control; y esos sistemas acaban con la cultura.
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