The Fundación Espacio Creativo is an alternative for many children who lack opportunities and desire to break vicious circles. Photo: courtesy of FEC / Alegre Saporta
Del callejón al escenario: la danza como transformación social
18 / septiembre / 2024
Por Yasser Yánez García
En el centro histórico de la ciudad de Panamá, donde los callejones estrechos y las paredes coloridas del barrio de San Felipe guardan historias de lucha, superación y estigma social; un espacio brilla con luz propia.
Los tenues rayos del sol que se asoman luego de la llovizna de un sábado por la tarde iluminan un modesto edificio blanco que se alza entre la calle, que parece imitar una moneda. Por las mañanas, lo rodean autos y, por las noches, este edificio se vuelve el escenario de vendedores ambulantes de hot dogs o carne en palito y de largas filas de personas que buscan pasar una noche de diversión en alguna de las tantas discotecas cerca de ahí.
A pesar de lo resbaloso del piso por el agua acumulada, una pequeña niña emocionada corre y sube hacia lo más alto del edificio donde la espera una clase de danza.
En muchos barrios del país, la vida cotidiana es una lucha constante entre la falta de oportunidades y el deseo de romper círculos viciosos. Según datos del Ministerio Público, el 2023 fue uno de los más violentos en los últimos diez años: 556 personas fueron asesinadas, un crecimiento del 10 % respecto al año anterior.
En este contexto, la Fundación Espacio Creativo (FEC) se ha transformado en un refugio de esperanza y un trampolín para aquellos niños que podrían haberse perdido en las estadísticas de la pobreza y la violencia.
En una inmensa sala de ensayo, los más de 40 niños que fueron sin importar la lluvia pasan por grupos practicando unos cuantos pasos de coreografía con una concentración palpable. Mientras unos demuestran lo que recién han aprendido, otros esperan desesperados sentados su turno para también bailar.
La música, un ritmo delicado pero insistente, llena el espacio, pero más allá de la precisión, lo que realmente destaca es el compromiso de los pequeños bailarines.
Al terminar cada grupo, se oyen los aplausos de los presentes como motivación al esfuerzo de los muy probablemente futuros artistas.
“¡Ahora todos!”, grita Jonathan, uno de los instructores y con gran energía desde los laterales se levantan los niños y corren a ubicarse en el centro del salón. Los de la tribuna, queriendo también destacar, intentan saltar los escalones desde lo más alto.
Sus instructores, previniendo cualquier accidente, les piden que bajen con calma. Lo hicieron, por supuesto, pero a una velocidad reducida. Sus cuerpos gritaban ¡quiero bailar ya!
Una vez que están todos ubicados, empieza a sonar la introducción de la música mientras se les dan las últimas instrucciones. En masa, comienzan levantando el brazo derecho y luego izquierdo y así cada uno de los pequeños movimientos que forman la coreografía.
Mientras bailan, en sus rostros se refleja su deseo de hacerlo bien. Varios se equivocan, pero rápidamente intentan guiarse por alguno de sus compañeros para poder continuar con la rutina. Al finalizar, el grupo sale de la habitación por dos puertas, no sin antes recibir un aplauso y la despedida de los instructores.
Una de las pequeñas que se había equivocado durante la rutina, se quedó en el salón, interesada en asistir a una próxima clase. Esa simple decisión podría ser el factor que cambie la vida de esa niña para siempre.
“La danza les da la posibilidad de reencontrarse también con sus emociones. (…) Porque es un espacio donde ellos pueden explorar su personalidad”, afirmó Ángela Florez, directora de la FEC, quien considera que el arte representa la posibilidad de tener una nueva forma de vivir, lejos de la violencia y la desesperanza, como el caso de éxito de Jaime.
Jaime creció en los estrechos callejones de Santa Ana, destinado a vivir con el estigma que se escucha por las calles de las pocas oportunidades que tienen los habitantes de este popular barrio.
Sin embargo, gracias a la disciplina, el esfuerzo y su talento, la danza lo llevó a estudiar en Barcelona y, más tarde, en Italia. Ahora, en Panamá enseña a otros jóvenes en la misma sala donde alguna vez él descubrió su pasión.
Para Jaime la danza no solo fue una oportunidad profesional, sino una forma de escapar de las tentaciones que muchas veces arrastran a los jóvenes de su comunidad hacia malas decisiones como abandonar los estudios.
Durante el 2023, un total de 9,145 estudiantes desertaron del sistema educativo de una matrícula de 706,537 alumnos registrados. Esta cifra refleja que un 1.3 % de los alumnos se desvinculó de sus estudios y abandonó las escuelas.
Pero Jaime no es el único. Está el caso de Valentina, una joven migrante proveniente de Sudamérica que llegó siendo una niña al país. Su vida familiar era complicada al contar con pocos recursos para su subsistencia, además de tener que lidiar con el proceso burocrático y costoso de regularización migratoria. Pero en la danza encontró una manera de liberarse un poco de esa carga.
Descubrió que, a través del movimiento, podía expresar lo que con palabras no lograba. Además, fue a través de la danza que descubrió su pasión en la vida y en lo que le gustaría desarrollarse profesionalmente. Hoy, Valentina está a punto de graduarse como fisioterapeuta, un logro que parecía inalcanzable desde su realidad.
Con cada historia de éxito, la FEC demuestra que el arte, la educación y el apoyo adecuado pueden cambiar vidas. Lo que comenzó como una pequeña iniciativa se ha convertido en un modelo de intervención social que ha transformado la vida de cientos de jóvenes.
La rienda suelta a la creatividad y la expresión mediante el arte seguirá siendo ese faro de esperanza que brilla en el corazón de cada uno de los niños de la FEC y que ilumina el camino para las próximas generaciones.
Esta historia fue publicada originalmente en La Prensa (Panamá) y es republicada dentro del programa de la Red de Periodismo Humano, apoyado por el ICFJ, International Center for Journalists.
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