El ejercicio de la crítica —o del criterio, como decía Martí— ha sido y es uno de los grandes problemas del periodismo cubano. A pesar del empeño de muchos colegas, llamamientos, mea culpas, campañas y destellos efímeros; en los medios oficiales sigue primando una Cuba cuasi-idílica y simplificada. Mientras, al interior de las redacciones, trabajos periodísticos con matices críticos son transformados hasta quedar irreconocibles o rechazados por inoportunos, hipercríticos o poco constructivos; a la par que muchos colegas han cedido ante el silencioso pero efectivo aprendizaje que tiene lugar cuando se experimenta u observa el ejercicio continuado de la censura en sus múltiples formas y a diferentes niveles.
Y es que, al parecer, las pautas para que una crítica sobre temas nacionales pueda ser publicada hay que buscarlas en las concepciones y criterios de algunos funcionarios y directivos que ostentan el poder de decidir qué se publica y qué no, qué es conveniente y qué no; en vez de estar desgastándonos en elucubraciones éticas y remilgos intelectuales. Después de unos cuantos regaños, análisis, reuniones y lectura de estudios sobre culturas profesionales y representaciones sociales; me dispongo a presentarles el siguiente decálogo a manera de catecismo que ayudará en el empeño de elaborar una crítica “políticamente correcta” y por ende, publicable.
1.Los trabajos críticos no deben surgir por iniciativa propia, deben ser orientados. Esta es la regla de oro de la crítica “políticamente correcta”.
2. Criticar no es un derecho ni un elemento consustancial al periodismo. Es un mérito que debe ser conquistado con años de ejercicio “responsable” que apuntalen la confiabilidad de quien se adentra en la compleja y siempre sospechosa tarea de criticar.
3. La crítica no debe identificar o sacar a la luz nuevos problemas, sino referir aquellos que ya hayan sido debidamente solucionados. En este sentido, la crítica debe parecerse más a una autopsia que a un alumbramiento.
4. La crítica debe ser puntual y epidérmica. Si critica la existencia de un bache o salidero, con eso es más que suficiente. No intente llegar al fondo del asunto detectando las estructuras objetivas y subjetivas que condicionan la existencia, subsistencia y proliferación de dicho problema a nivel sistémico. Evite que su crítica se vuelva demasiado intelectual.
5. Sepa cuáles son los límites de la crítica y hasta dónde se puede llegar. Dicho en buen cubano “juegue con la cadena, pero no con el mono”.
6. Antes de criticar, identifique a la persona de menor jerarquía que tenga la capacidad real de influir para que su trabajo no sea publicado. La crítica deberá dirigirse entonces hacia alguien de nivel inferior dentro de la estructura, de manera que el ego y los intereses del directivo con capacidad de censura no se sientan lastimados y pueda salvar su responsabilidad sancionando ejemplarmente a algunos de sus subordinados a la par que exhibe su capacidad autocrítica y proactiva.
7. Evite dar armas al enemigo. Cualquier argumento, juicio o información que pueda ser utilizado, mínimamente, por la mentalidad más creativa o retorcida para perjudicar de alguna manera la imagen de nuestro país, suprímalo y valore si merece la pena correr tamaño riesgo por el solo hecho de criticar.
8. Enuncie las críticas en el momento y el lugar adecuado. Por ser un país bloqueado y agredido permanentemente, casi nunca es el momento adecuado, excepto en épocas de llamamientos y campañas para elevar el periodismo crítico (siempre y cuando se cumpla con las reglas anteriores). El lugar adecuado debería ser a lo interno de una reunión de base desde donde la crítica transitará por los canales correspondientes hacia las estructuras superiores, sin necesidad de correr los múltiples riesgos que vienen asociados con la publicación en medios de comunicación.
9. Practique la crítica por omisión. Esto es: cuando haga un trabajo refiérase solamente a las personas o instituciones del sector con resultados positivos, de manera que aquellos con actitudes negativas, al no ser mencionados, se sentirán aludidos directamente y caerá sobre ellos el peso de su conciencia y de nuestra opinión pública avezada y suspicaz que sabrá detectar en tal ausencia el más radical de los señalamientos.
10. Un trabajo que incluya un matiz crítico, debe ir acompañado de tantos ejemplos positivos como sea posible, que demuestren que la desviación señalada es la excepción y no la norma, lo cual posibilitará que los efectos negativos que desencadena el hecho mismo de criticar se diluyan y sean contrarrestados por la convicción de que un mundo mejor no solo es posible sino que ya lo estamos tocando con nuestros dedos.
Ultílogo: Si luego de seguir al pie de la letra este decálogo consigue la elaboración y publicación de una crítica “políticamente correcta”; no se deje llevar por la emoción pensando convertir en regularidad lo que debe ser esporádico. Haga un alto en el camino, respire, llámese a capítulo. Publique al menos ocho informes de reuniones, siete noticias de inauguraciones, cinco pequeños reportajes de sobrecumplimientos, cuatro entrevistas a trabajadores destacados y tres comentarios sobre temas cómodos, de manera que evite adquirir la etiqueta de “francotirador” o “hipercrítico” y pueda ganarse los méritos para incursionar nuevamente —dentro de un tiempo, claro está— en la difícil tarea de elaborar y publicar otra crítica “políticamente correcta”.
No obstante, si el virus de la crítica ha calado en usted y no puede controlarlo, no se desespere. Simplemente desplace su mirada, desempaquete su catalejo y recuerde que si quiere criticar no tiene por qué limitarse a lo que ocurre en este minúsculo pedazo de tierra cuando tiene a su disposición al resto del mundo que espera a ser cuestionado, censurado y reprobado con todo la fiereza y sagacidad posibles y sin tantos miramientos, exigencias… ni riesgos.
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