Hay artistas que conciben grandes obras y exponen en importantes salones. Hay otros a los que la prensa les dedica críticas laudatorias y colman galerías de amigos, familiares, amigos de amigos. Los hay que tienen spots en la televisión cubana, que regalan sus cuadros en premiaciones y concursos, que las venden a precios estratosféricos y viven holgadamente gracias a su agudeza o, quizá, a la suerte de ser los más mediáticos de su generación.
Ronny Portal no clasifica en ninguno de los grupos anteriores. No lo conocen en las academias, porque no estudió plástica en ninguna, pero la vida le ha obsequiado el don de hacer retratos al lienzo con la exactitud de una fotografía, una tradición casi abandonada por los pintores contemporáneos.
“Empecé por ahí porque considero que el reto más importante de un pintor es tratar de hacerse un retrato a él mismo. No quería dibujar la iglesia, ni una palma. Me dije: si sale mal, me dedicaré a otra cosa. Lo hice sin compromiso, pero al ver que me había quedado bastante exacto, retraté también a mi hermana, hasta que aparecieron personas queriendo que les hiciera ese trabajo. Así comenzaron a llegar clientes”.
“Un día me encargaron pintar a unos niños y la verdad es que los partí, como se dice vulgarmente. Me quedaron igualitos. Entonces, me dieron un primer dinerito como recompensa. La cosa es que empezaron a llegar trabajos. Pinté a todo el que se me pusiera delante. ¡Tenía que vivir de algo!”
En Caibarién, uno de los municipios costeros de Villa Clara, desde la construcción del pedraplén y la apertura de decenas de hoteles en la zona norte, muchos jóvenes han encontrado en las instalaciones turísticas una apertura laboral conveniente. Sin embargo, Ronny aprovechó la propensión actual de las casas cubanas hacia los cuadros de familia y se dedicó a dibujar quinceañeras, novias, niños…Se ha convertido en un especialista en manos, rostros, cuerpos y sonrisas.
“Discretamente se siente una inclinación de las personas hacia la cultura o la intelectualidad. Algunos prefieren colgar lienzos en su sala antes que gigantografías de boda o quinces”.
Pero los materiales para realizar su labor pueden costarle a Ronny un “ojo de la cara”.
“Un tubo de óleo puede llegar a 20 CUC—explica—Eso, si lo quieres comprar rápido, pero si te quieren pedir más por él te lo piden. Un lienzo ni te cuento. ¡Y para qué hablarte de los pinceles profesionales o los diluyentes! Como yo no tenía ningún negocio que me permitiera gastar esa cantidad de dinero, pintar por pasión se me hacía muy difícil. Me vi frustrado hasta que un amigo me facilitó unos pinceles para empezar”.
A pesar de que Ronny disfruta de su trabajo como retratista, quisiera algún día dedicarse a una obra menos comercial. Pero, para eso, tiene que garantizar primero sus condiciones económicas.
“El arte, a mi juicio, nada tiene que ver con cuños, firmas ni papeleos. Yo he luchado solo, con mi sudor, mis materiales, mi estudio…Todo es dinero. Primero necesito un fondo que me permita pagar las condiciones de vida, que cubra mis necesidades, para luego poder emprender una obra para mí, no para venderla”.
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Alejandro