Fue un día cualquiera, durante la Jornada cubana de lucha contra la homofobia y la transfobia. Fue en una reunión del piquete:
—Aquí no se ha aprobado el matrimonio igualitario porque los cubanos no están preparados. Bastante se ha hecho ya. La comunidad LGBTQI y el gobierno tienen que esperar.
Mi amigo lo dijo así, sin más. Tan absoluto. Tajante.
Y yo, que acostumbro a meterme donde no me llaman, hice algo que normalmente no hago cuando alguien dice algo como eso en mi presencia. Me detuve a pensar.
¿Qué sucede en Cuba para que un joven universitario, profesional de las comunicaciones y gay pudiese llegar a una conclusión tan abrupta, tan radical?
Repasé en mi cabeza un artículo encontrado en la web —único lugar donde uno halla información relacionada con este tema—, un material sumamente interesante titulado Yo soy LGBT. Ser LGBT en Cuba.
Pensé primero en que lo que me sorprendió de este proyecto del investigador italiano Pier Cesare Notaro, quien durante muchos años se ha dedicado a estudiar las migraciones LGTBQI (Lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, queer e intersexuales) en todo el mundo.
En este caso, el ambicioso Cesare, trató de resumir en pocas páginas las vidas y el entorno de las personas LGBTQI en la Isla.
¿La conclusión final del proyecto? Ser gay, bisexual o transgénero en Cuba hoy parece ser mucho menos complejo que antes y aunque persisten los prejuicios, la realidad nacional parece más abierta a reconocerlos como iguales dentro de la sociedad.
Recordé que mientras pasaba las páginas hubo algo que me llamó la atención. Los autores, como mi colega de marras, hacían referencia a una categoría con la que yo —luego de pensar y reflexionar ese día, fumarme media caja de cigarros y beberme una cafetera entera— abiertamente discrepé: la existencia de una comunidad LGBTQI cubana.
Para evitar que la conversación del grupo se enfriara hablé por primera vez:
—Si partimos de una idea esencial, una comunidad es un conjunto de personas que viven juntas bajo ciertas reglas y que tienen los mismos intereses. Es un grupo social que debe estar organizado —esperé un segundo para organizar lo que iba a decir a continuación y para añadirle algo de dramatismo a mi discurso—. Es triste, pero en Cuba no podemos hablar, como en otros lugares del mundo, de una comunidad LGBTQI.
Las minorías estamos insertadas de tal forma dentro de la sociedad, que somos incapaces de reconocernos como elementos distintos dentro de ella. Este fenómeno, por supuesto tiene sus lados positivos —pensé en voz baja.
Las minorías concentradas dentro de la vorágine social escapan del reconocimiento de la mayoría, haciéndolas imperceptibles. Así se evita el bullying, la discriminación, y es más fácil que estas se incorporen y se beneficien de los derechos ya existentes para el resto.
Pero, ¿qué sucede cuando los derechos existentes no satisfacen a las minorías? ¿Qué sucede cuando la masa no te reconoce como igual? ¿Qué sucede cuando tú no te reconoces como igual dentro de la masa?
Las políticas actuales relacionadas con el tema, lideradas en su mayoría por el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), están más enfocadas en el cambio de la conducta social para con las minorías, que en conseguir un cambio político o legislativo respecto a los derechos de las personas LGBTQI. Y aunque se han propuesto en esferas como familia y trabajo, los resultados aún son discretos.
En Cuba no se celebra el día o la jornada del orgullo gay como en casi todos los países del mundo. Aquí celebramos la Jornada contra la homofobia y la transfobia. ¿Pero cómo podemos condenar el odio o el miedo hacia las diferencias si no podemos estar orgullosos y celebrar nuestras diferencias?
Es cierto que ya no hay que esconderse para ser, en la luz pública, lo que de veras uno es. ¿Pero es este cambio suficiente? En una sociedad donde la entidad rectora del día a día nacional es el Estado, es necesario reconocer la existencia y legítimos derechos de estas minorías. Nótese que no existen en las altas esferas del gobierno entes que vivan abiertamente como personas LGBTQI. Como decimos en buen cubano: es su trabajo, pero no su problema
A veces pienso que nos conformamos con migajas por miedo a que puedan ser arrebatadas de manera imprevista. Pienso que en Cuba no existe una comunidad LGBTQI. Pero es tiempo de que la haya. Nadie lucha mejor y más por sus derechos que las personas que padecen.
comentarios
En este sitio moderamos los comentarios. Si quiere conocer más detalles, lea nuestra Política de Privacidad.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *
Mario Soldevilla
Saharait
Julio César