Sandra
Nunca he abortado. Cuando supe que era demasiado fértil comencé a usar un anticonceptivo. Pero no fue así de sencillo. Al comenzar mi vida sexual, creo que sobre mis 16 años, aparecieron rápidamente las sospechas de embarazo. Tengo que reconocer además que lo de ser muy fértil me viene, si fuera posible, de familia.
Por otra parte, siempre he “sufrido” de desarreglos menstruales. De manera que, cuando me saltaba el bichito de la duda, debido al retraso, me iba sin reparo alguno al médico y me hacía examinar. En una ocasión hasta me tuve que bajar de la camilla, en la cual supuestamente me harían una regulación menstrual, pues el ginecólogo dictaminó que ya comenzaba a tener mi regla.
Me embaracé, con certeza, solo una vez. En aquel entonces yo tenía 18 años y cuando me dijeron que tenía 16 semanas de embarazo intenté hacerme lo que por aquel momento se llamaba “Rivanol”, pero la médica a quien acudí, madre de una amiga del preuniversitario, me dijo rotundamente que no. Yo no cumplía los requisitos clínicos para una intervención de ese tipo. Ahora mi hija tiene 24 años y mi nieto, 3.
Danay
Lo ha dicho por lo claro: ha abortado dos veces y se arrepiente de ello. Intenta subsanar su error pero cae en otro: olvida el contexto. Olvida un Chile que es uno de los pocos países en el continente donde no existe ningún tipo de aborto, no importa si has sido violada, tampoco si puedes morir en el parto. Dos leyes, una sanitaria y otra penal, impiden la práctica.
Aprovecha entonces los cinco minutos de su gloria para llevar un mensaje diferente al que se esperaba. Su canto pasaría de ser contestatario a conservador, lo cual parece una sutileza pero no lo es.
Media Latinoamérica la escucha con estupor, la otra mitad con vítores. Ejerce su libre albedrío y recibe también las consecuencias. Se le impide esclarecer, para la gente de su tierra natal, qué quiso decir con “tiene que ver con muchas cosas, entre ellas… el aborto”. No obstante, el día que quiera abortar otra vez lo podrá hacer sin que nadie se lo impida; en Cuba es un derecho que cada mujer gana en el momento de su nacimiento. Qué suerte la suya.
Verónica
Trabaja como médica aunque desde adentro del sistema lo dinamita todo el tiempo. Asiste, apoya y acompaña a mujeres que quieren abortar en su casa y con las amigas. Porque para eso estudió tantos años, para poner todos sus conocimientos del lado de la desigualdad e intentar, no obstante los obstáculos, que la soga no siempre se rompa por donde están quienes menos tienen.
Todo está rigurosamente calculado: tiempo, procederes, vías de contacto, mimos para quienes han escogido su compañía. Vive en Chile y un error les podría conducir a la cárcel.
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