Foto: Amy Magaña
¿Cómo responden los taxistas al “experimento” del transporte en La Habana?
7 / febrero / 2019
Transportar cargas, ahora, es más lucrativo que transportar personas en La Habana. Los taxistas privados sostienen que “trabajan para vivir”, que “boteando no se hacen millonarios” y por eso, algunos de los que aún circulan en las calles habaneras trasladan mudanzas, materiales de construcción, equipos o lo que aparezca, antes que pasajeros. En la nueva modalidad, cada viaje cuesta 20 CUC, equivalentes a 500 CUP, más de la mitad del salario medio en Cuba.
Es esa la respuesta que algunos asumen frente al nuevo escenario que sobrevino tras la entrada en vigor del “experimento” con el transporte privado en la capital. Desde ese momento han sido canceladas más de 2000 licencias, según declaraciones oficiales, por no cumplir los autos los requisitos técnicos; pero en las calles se agrega otra razón: muchos sencillamente las entregaron.
Entre quienes se han negado a renunciar al negocio, varios se acogieron a una de las tres modalidades que impone la nueva regulación: taxi de ruta, libre, alto confort o clásico.
Choferes que consultamos repiten, casi a coro, que hubo arbitrariedad en vez de consenso; que nadie les preguntó su opinión ni se dedicó a escuchar sus demandas.
Por ejemplo, Roberto García, asegura: “han dicho en los medios estatales que los transportistas están conformes, pero eso es una gran mentira, seguimos aguantando”.
“Debieron sentarse a discutirlo con nosotros, no con gente de afuera que no conoce. El descontento está aquí, en la base. Los experimentos son para saber si funcionan o no, y a mi criterio, este salió mal”, expresa Hanoi Rodríguez, que ahora opera bajo la modalidad de taxi libre.
Él, además, señala: “de todos, los más afectados serán los que estén vinculados a un trabajo con el Estado. Hay médicos, por ejemplo, que manejan un carro (ejercen como taxistas en su tiempo libre). Pero si ellos tienen que ingresar 36 o 56 pesos (de impuesto por litro consumido, en dependencia de la cantidad de plazas que tenga el auto), entonces resulta imposible, porque no trabajan todos los días, sino que lo hacen para aliviar la situación económica, pues, sabemos, el salario no alcanza.
“Trabajé toda mi vida para el Estado ―enfatiza― y, como cuentapropista, siento que no se me respeta, que pasé a formar parte de nada”.
¿Huelga no convencional?
“El gran problema que tiene el país con el transporte, de alguna forma, se lo estamos resolviendo nosotros”, dice el conductor Raúl Martín, respaldado por otros de sus colegas. Él, como sus colegas, se escucha molesto.
Lo dicen una y otra vez.
Con palabras: “Nadie nos preguntó”. “Nadie nos escuchó”. “Nadie nos tuvo en cuenta”.
Con acciones: se niegan a hablar. “¿Para qué? Si nada se resuelve”.
Con emociones: ademanes fuertes. Indiferencia. Agresividad en la mirada, en el trato.
Varios anuncios de huelgas de transportistas privados circularon por correo y redes sociales a finales de 2018. Todo parece indicar que nunca sucedieron y cuando preguntamos por estos hechos a los boteros, ninguno dice nada. Quizás escogieron otras formas de protesta.
Confort no quiere decir ganancias
Las experiencias de quienes conducen los autos de alto confort o clásicos son diferentes. Danilo Pérez se graduó de Medicina en el oriente cubano y ejerció durante cinco años. Ahora conduce un vehículo que sirve a visitantes foráneos.
“El Estado nos da el combustible, y, supuestamente, la piquera, pero llegamos a muchos lugares donde no nos dejan parquear o nos quieren cobrar, a pesar de que el dueño del carro paga seis dólares diarios para estacionarse en cualquier piquera; entonces tenemos problemas con eso”, refiere, parado en la esquina del Hotel Manzana Kempinski.
“Pienso que es un acoso lo que tienen con nosotros”, sentencia Osmel Caballero, quien también trabaja para el turismo. “El hecho de que transportemos extranjeros a veces hace pensar a la Policía que somos malas personas y constantemente nos multan por cosas intrascendentes. Lo que me exigen (las autoridades del transporte) que tengo que pagar, más todas las cosas que tenemos que cumplir (comparado) con lo que nos ofertan, es muy insignificante”.
“Hoy hay 248 taxis en ruta libre, 18 taxis ruteros y 267 taxis de alto confort”, afirmó, a finales del pasado año, el entonces Ministro de Transporte Adel Yzquierdo. Pocos días después, y en medio del momento más álgido de la crisis causada por el “experimento”, el también general fue “liberado” del cargo.
El conductor Alfredo Cañas cree entender, al menos en parte, a qué se debe el desbalance en las cifras. “No hemos encontrado un chofer en la modalidad de ruta. Hay un panel por ahí de 16 plazas que se enrutó porque le es muy difícil mantenerse como libre, pero ningún carro de 5 o de 8 plazas se va a someter a esa modalidad. El que la pensó tuvo una idea fatal. Le faltó sentido común”.
Causa y efecto de una falla sistémica
Como ha sostenido el economista Juan Triana, “el llamado transporte por medios alternativos —dentro del cual se ubicarían los boteros— es apenas la consecuencia de un problema mucho mayor y más antiguo: las fallas del sistema estatal de transporte público de pasajeros, que tiene múltiples razones para explicarse aunque ninguna reduce las “externalidades negativas que generan a los ciudadanos”.
En concordancia con este criterio, el profesor de Gestión de Negocios William Bello precisa a elTOQUE: “Si bien los taxis en ruta han sido una variable importante en la difícil ecuación del transporte en La Habana, con beneficios visibles de precio y cantidad de personas que mueve, no parece ser un esquema sostenible en el tiempo. La existencia de marcas distintas, la variedad de modelos, la explotación a la que ya se habían sometido estos vehículos y, en algunos casos, un alto consumo de combustible, parecen condenar esta iniciativa”.
Y agrega: “la Viceministra del sector explicó que las dificultades en la ciudad terminan siendo sistémicas (se repiten una y otra vez en el tiempo) por múltiples causas. Esta premisa debería ser seriamente tenida en cuenta en los esquemas y las medidas de transporte que se promueven, de manera que no terminen por aumentar la presión cotidiana en la movilidad de la ciudad o se conviertan en una experiencia insostenible en un mediano o largo plazo”.
Al igual que varios analistas, el académico reconoce que “parte del combustible que usan los trabajadores por cuenta propia no es despachado en las gasolineras estatales, y es una realidad que no debe persistir en el tiempo”. Aun así, considera que las medidas deben tejerse “bajo la teoría de la alianza y no del enfrentamiento, ya que se trata de uno de los sectores más sensibles para las cubanas y cubanos”.
“Esto está peor que antes”
Dos meses atrás la vida era más agitada en lugares como el Paradero de Playa o el Parque El Curita, piqueras tradicionales de los taxis privados. Eran esos sitios el inicio o el fin de una pasarela que, a diario, mostraba las carrocerías más viejas de un parque de autos que se resiste a morir; que la gente no quiere que muera; que la gente necesita que no muera. Todo el mundo notó el cambio y hoy todo el mundo habla en términos de “antes y después”.
“Antes esto aquí no paraba. Entraban y salían carros todo el tiempo y por 10 o 20 pesos uno podía moverse. Ahora cuando encuentras un almendrón te pide 50 pesos por aquello de la oferta y la demanda”, cuenta Mary, a la espera de un ómnibus que la regrese a Nuevo Vedado.
Junto a ella aguarda otro grupo de personas que crece más cada minuto, porque, a la ausencia del servicio particular, se une la demora de un autobús estatal que puede tardar horas en completar la distancia inicio-destino del recorrido asignado.
“Hay argumentos que son innegables, —comenta Mercedes mientras espera un carro en la esquina de 100 y 51 del municipio Marianao— los taxis no estatales, en su gran mayoría, operan con combustible obtenido de forma ilícita, tienen años de explotación, no cuentan con las condiciones óptimas para circular y, además, es un servicio al que no todos pueden acceder. Sin embargo, la situación que hoy padece la ciudad con respecto a la movilidad, evidencia que siguen siendo muy necesarios”.
“Ordenar la transportación”, “acabar con el robo de combustible”, son los argumentos más repetidos por las autoridades para justificar un experimento que ―aun con las inconformidades generadas entre todos los involucrados― prevén extender a otras provincias del país en menos de seis meses.
Desde inicios de 2019, han comenzado a llegar al país y a circular lotes de ómnibus y microbuses destinados a la transportación de pasajeros en la capital. Esta acción, dijeron funcionarios estatales, “responde a la política trazada por el país para fortalecer el sistema de transporte de pasajeros y de carga”. El tiempo dirá si los nuevos vehículos impactarán —de forma significativa— en la movilidad del millón 400 mil personas que, según estimaciones, se mueven a diario, como promedio, en La Habana.
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