Jóvenes graduados del curso de peluquería de la escuela comunitaria de ArteCorte. Foto: Tomada de la página de Facebook del proyecto
Emprendedores cubanos por una economía solidaria
29 / noviembre / 2018
Javier Díaz, un cienfueguero que ronda los 40 años, heredó unas tierras. Las tierras de Magali Pérez, una habanera de la misma edad, son una comunidad marginal de El Diezmero, en San Miguel del Padrón. Para Yadián Alba, dueño de un puesto donde se comercializan productos de ETECSA, sus tierras son los habitantes de Cárdenas. Mientras, Miraldo Martín considera que las suyas son las historias de todos ellos: emprendedores cubanos que desean desarrollar una economía solidaria centrada en las personas.
Desde sus orígenes, el concepto de empresa traía incorporados valores como la solidaridad, que luego se fueron perdiendo con el desarrollo del mercado y del propio concepto de empresa, suscribe Yosniel García, promotor del rescate de esas empresas exponentes del compromiso social, la responsabilidad y las buenas prácticas en la gestión diaria.
Aunque Javier no ha empezado a sembrar sus tierras, quiere aprender para hacerlo bien y contribuir con su comunidad. Situación similar es la de María Regla, profesora de masaje y de Tai Chi, para quien su negocio es todavía un sueño. “Soy alumna de InCubaEmpresas, me estoy formando, pero desde mi punto de vista este es un trabajo precioso. Mi idea es formar a jóvenes para que sean rehabilitadores y, también, lo apliquen a la familia. Para mí es un orgullo tener a un masajista en la casa, además es valiosísimo. Con el Tai Chi igual, trabajo sobre todo con personas mayores para que se mantengan en actividad. Llevo más de 20 años vinculada a esto”, cuenta.
Magali Pérez tiene mucho que decir: es consultora de género para la cooperación extranjera en Cuba, trabaja con proyectos de desarrollo local y también tiene su emprendimiento: Manos que sueñan, parte de una iniciativa mayor llamada Comunidades cubanas por el desarrollo. “Lo primero que hicimos fue un diagnóstico en la comunidad de El Diezmero, donde encontramos a ocho mujeres víctimas de la violencia. No tenían autonomía económica, dependían totalmente de sus esposos, eran maltratadas… Pero con este emprendimiento hemos ayudado a esas mujeres para que aprendan a hacer labores con sus propias manos y eso les genere independencia, para que no dependan de esos hombres que las agreden”.
Explica que tienen una especie de cooperativa social en la que cada persona aporta al desarrollo comunitario. Era un barrio parcialmente desabastecido, sin comercio, no había lavandería, ni electricista, ni artículos necesarios para realizar las labores domésticas. Con la ayuda de una iglesia local, agrega Magali, lograron comprar lavadoras y emplear en la actividad de lavandería a dos de las mujeres rehabilitadas tras la violencia doméstica, mujeres que tras la apariencia de ser muy humildes, muy calladas, esconden una historia de maltrato.
Desde Santiago de Cuba llega la experiencia de otras dos mujeres que se dedican a la minindustria alimentaria. Rosa de la Rosa Echevarría, una de ellas, cuenta que en el negocio —en el que ofrecen dulces en almíbar, condimentos secos, vegetales encurtidos, puré de tomate y jugos de frutas— se trabaja con la persona: “tenemos siete colaboradores que están vinculados a la producción y ganan el 50% de las ganancias, es decir que mis beneficios no son grandes porque del otro 50 hay que pagar semillas, impuestos, custodios para que cuiden esas producciones; además, cuando hablamos de colaboradores, incluimos a la familia de cada uno de ellos”, resalta.
Añade que realizan donaciones a un hogar de ancianos y que quieren incorporar la ayuda a un hogar materno.
El investigador Miraldo Martín, cuyo terreno habíamos dicho que son las historias de estos emprendedores, tributa también a que las tierras del Proyecto Cuba Emprende se fertilicen. Con tres sedes en el país —Camagüey, Cienfuegos y La Habana—, el proyecto asienta su prestigio sobre la formación de personas interesadas en el ámbito empresarial no estatal. Explica que a través de un taller que dura cuatro semanas, capacitan a emprendedores que quieren iniciar un negocio; realizan además diagnósticos, diseño de contabilidad y finanzas, y ofrecen otros servicios de consultoría.
En paralelo, InCubaEmpresas trabaja las mismas tierras, comenta Ángel Marcelo, coordinador docente del proyecto. Se trata de un programa que se dedica a investigar y a capacitar en el área del emprendimiento: “tenemos una línea de investigación rural para las cooperativas agrícolas”, dice Ángel, a tono con la metáfora de la tierra.
InCubaEmpresas incluye, además, el trabajo con personas discapacitadas o en condiciones de vulnerabilidad. “Yo trabajo en el Centro Loyola y ahí conocí que personas con discapacidad querían emprender un negocio, por lo que abrimos un curso de capacitación para ellas. Lo que más les ha gustado es la bisutería”, cuenta un abogado invidente que lo tiene muy claro: “un buen negocio requiere siempre de capacitación, tengo un alumno que me dijo que su fracaso se debía a la falta de conocimientos y preparación en esta área”.
De ese tema se habló mucho en un reciente Encuentro de Emprendedores por una Economía Solidaria que organizaron en La Habana el Movimiento de los Focolares, el Centro Loyola y el Proyecto ArteCorte, atendiendo a un llamado del Papa Francisco. El evento acogió a conferencistas extranjeros y a participantes procedentes de casi todas las provincias del país: proyectos como Carsueños, Maroja, Procle, Ingenius, Negolution, Gimnasio Charlotte. Debatieron sobre una pregunta central: ¿qué tipo de emprendedor quiere y necesita Cuba? La respuesta no es absoluta pero la clave, según los intercambios, es la economía solidaria y la capacitación, una vez que todos los emprendedores logren concientizar que esta es necesaria.
En comunión de ideas, a pesar de barreras como la no explicitación por parte del Estado del tipo de empresario cuentapropista que alienta, más el vaivén de un marco regulatorio que pareciera indeciso, se forjaron alianzas. En la dinámica de grupo que cerró el ciclo, la frase más común fue: “no estamos solos”.
Es una frase que repite Papito (Gilberto Valladares), fundador del proyecto ArteCorte y pieza clave de este rompecabezas que se va armando entre los cuentapropistas cubanos. Papito es de los que creen en las alianzas estratégicas para el desarrollo, sobre la base cultural de aprovechar las potencialidades de cada ser humano.
Con el apoyo de la Oficina del Historiador de La Habana, este líder comunitario promueve la formación de jóvenes en varias especialidades, realiza actividades y eventos con ancianos, niños y adolescentes de la comunidad, e impulsa el emprendimiento responsable en el Callejón de los Peluqueros, en el Barrio Santo Angel de La Habana Vieja. Los testimonios de jóvenes sordos, formados como estilistas en la escuela comunitaria de ArteCorte, demuestran que proyectos que se inspiran en la solidaridad, generan desarrollo económico para la localidad en la cual surgen.
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Gregorio
La Empresa Laboratorio Farmacéutico Oriente, de Santiago de Cuba, presentará un “suplemento nutricional” de moringa en la Feria Comercial Salud Para Todos 2018, que se desarrolla en La Habana, informó la prensa oficial.
Este suplemento sustituye la carne de red, el pollo, pescado y los huevos, por lo que se estima que cuando la producion supere los 11 millones de pomos mensuales se eliminara la libreta de abastecimiento.
Ernesto Figueredo
Como Movimiento de los Focolares, GESTAR (servicios contabkles y orientación económica) agradece a todos los que han participado y desde ya invita a octubre de 2019, celebraremos el III ENCUENTRO DE ECONOMÍA SOLIDARIA Y DE COMUNIÓN